La agresividad está presente cada día en nuestro entorno. La encontramos en las noticias, en las calles y en las redes. Parece ser una tendencia natural del ser humano, de manera que, en mayor o menor grado, anidaría en todos. Las conductas agresivas se dan en múltiples formas y hay teorías que resaltan su valor adaptativo para nuestra supervivencia como especie.

La psicología ha dedicado mucho tiempo y trabajo al estudio de las conductas agresivas, sus causas, los procesos y sus consecuencias. Existen conductas agresivas encubiertas o explícitas, directas o indirectas, de palabra o de acto, física, verbal, psicológica o relacional.

Conductas agresivas: hostil o instrumental

A grades rasgos podemos hablar de dos tipos de conductas agresivas. La agresión hostil y la agresión instrumental o predadora. Se diferencian principalmente por su motivación. Tienen antecedentes distintos, predicen problemas distintos y están asociadas con procesos cognitivos y emocionales distintos.

Agresión hostil: es una agresión impulsiva, con la finalidad de hacer daño. Tiene una fuerte carga emocional. Es una agresión reactiva.
Agresión instrumental o predadora: es premeditada y fría. El objetivo principal no es el de hacer daño, aunque lo haga, pero esconde detrás otros intereses. Puede estar guiada por un robo o la obtención de poder. Es una agresión planificada, bien por venganza o por interés.

Biología de las conductas agresivas

No parece existir una correlación directa entre genética y conductas agresivas. Más bien sería una interacción entre factores biológicos y ambientales la que nos haría más propensos a la agresividad. Por otro lado, pensemos que la agresión entre seres humanos está muy regulada socialmente.

Diferentes tipos de conductas agresivas parecen tener origen en diferentes áreas cerebrales. La amígdala, la formación hipocampal, el área septal, la corteza prefrontal y la circunvolución del cíngulo parecen modular las conductas agresivas a través de las conexiones con el hipotálamo medial y lateral (Haller 2014).

Se ha encontrado una disminución de la sustancia gris en sujetos especialmente agresivos. También se ha propuesto como estimulador de las conductas agresivas la combinación de altos niveles de testosterona y bajos niveles de cortisol. Los niveles de serotonina también tienen un papel importante en el comportamiento agresivo, en su manifestación y en su control.

Impulso innato o comportamiento aprendido

Existe la teoría neoasociacionista, desarrollada por Berkowitz a partir de los trabajos de Freud, que considera que el impulso agresivo se activa cuando se le impide al sujeto alcanzar una meta deseada. Esto deriva en un estado afectivo negativo, que es lo que originaría la conducta agresiva en el individuo.

Tenemos también la teoría del aprendizaje social de Bandura que propone que son las influencias externas las que estimulan las conductas agresivas y se integra en nuestro repertorio conductual por imitación. Es decir, se adquiere viendo a otras personas comportarse agresivamente. Esto ocurre especialmente si la persona observada goza de la simpatía del que aprende y la considera como semejante. También si se observa que se obtiene algún beneficio de la conducta agresiva.

Estas son básicamente las dos posturas de las que parten Anderson y Bushman, que propusieron una integración de ambos modelos. Esta tercera teoría tiene en cuenta los factores biológicos, ambientales, psicológicos y sociales para explicar la conducta agresiva. La agresividad se da por una interacción de las características personales del individuo y los estímulos externos que activan un conjunto de procesos cognitivos y emocionales.

Factores que precipitan o intervienen en las conductas agresivas

Entre los factores que precipitan o intervienen en las conductas agresivas podemos señalar, entre otros, los instigadores sociales, los no sociales y los factores internos del individuo. Los instigadores sociales incluyen detonantes como la provocación, la percepción de ser injustamente tratado o el rechazo social.

Uno de los instigadores no sociales son las claves agresivas (imágenes u objetos presentes en la situación que activan pensamientos agresivos). Sería el caso de la presencia de armas en la situación. Por otro lado encontramos estresores ambientales como el calor, el hacinamiento o los ruidos fuertes que con frecuencia actúan como desencadenantes de las conductas agresivas.

Hay también factores cognitivos que intervienen en las conductas agresivas. Serían las rumiaciones, la desconexión moral o la activación de scripts o guiones (esquemas que representan situaciones que guían la conducta agresiva). Estos scripts son almacenes de memoria de experiencias y situaciones que se recuperan con facilidad. También almacenan creencias sobre cómo debe ser el comportamiento normal en determinadas circunstancias

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