A poco que una, en su condición erótica, comienza a abrirse al otro, una de las primeras dificultades con las que se enfrenta ocurre cuando, súbitamente y sin que tengamos experiencia sobre ello, una infección se ceba con nuestros genitales. Esta “primera vez” puede ser verdaderamente engorrosa, porque a nuestro malestar propio de la infección se añade nuestro desconcierto, nuestro desconocimiento y, muchas veces, el ojo inquisidor de nuestro entorno más cercano (familia y amigas/os) que tiende a calificarte de “desvergonzada” que, por su mala cabeza, ha contraído su primera ITG (Infección de Transmisión Genital)… Y una empieza a sentirse culpable por más inmaculada que se mantenga.

Sucede que una infección genital no es siempre sinónimo de haber practicado una interacción sexual sin la debida protección y ni tan siquiera de haberla practicado. Si tomamos, por ejemplo, una candidiasis, sí que es cierto que la levadura Cándida “se puede” contagiar por contacto genital pero ello no implica que se contagie “siempre” por esta vía. Es más, en la gran mayoría de chiquillas y mujeres en las que se manifiesta, el motivo es un crecimiento desmedido de esta bacteria que ya está, de natural, en nuestro organismo, por causas tan dispares como el estrés, el calor, el exceso de higiene (como el tomar duchas vaginales), el uso de antibióticos, etcétera, etcétera. Lo que sucede es que socialmente siempre tendemos a preferir incriminar y crear un primer espanto en el sujeto sexuado que considerar en su medida este tipo de cuestiones.

La balanitis: ¿qué es y cuáles son las causas y tratamientos?

En los hombres, esta sospecha también sucede especialmente con una infección como la balanitis. La balanitis, postitis y balanopostitis es una infección que opera sobre el glande y/o el prepucio de manera bastante espectacular y molesta. Según se manifieste en uno u otro lugar, recibe los nombres anteriormente citados (balanitis si es exclusivamente en el glande, postitis si es en el prepucio y balanopostitis si es en ambos), aunque es frecuente el utilizar el término diagnóstico balanitis para referirse a la afectación de ambas zonas. Sus síntomas son una hinchazón preeminente del glande (el “bálano”, en referencia a cómo lo designaban los griegos con relación al parecido del glande con la bellota), o del prepucio que opera con picor doloroso e irritativo, supuraciones malolientes por la uretra, rojeces en el glande y, en ocasiones, dificultades para que el prepucio deslice y descienda con normalidad por el glande.

El agente patógeno que causa esta afectación varía en función de la causa que la produzca, pudiendo ser bacterial, viral o simplemente un proceso reactivo a alguna sustancia o fármaco. Como decíamos con la candidiasis, se puede deber a una ITG, pero las causas más frecuentes suelen ser otras; especialmente una higiene poco adecuada de la zona, bien por deficiencia (no se asea la zona bajo la corona del glande y se acumula allí una secreción blanquecina de nombre “esmegma”, propicia a generar infección bacteriana bajo el prepucio), o bien por una higiene excesiva que incluya la acumulación de humedad en esa misma zona del glande que, por estar cubierta del prepucio, no puede eliminarse, o por el uso de jabones no apropiados para estas áreas. Eso explica por qué los casos de balanitis son extraordinariamente más frecuentes en varones no circuncidados que en los que sí lo están. Otras causas son la fimosis (al no retraerse con normalidad el prepucio, se acumula en el glande una suciedad y humedad que propician la infección), reacciones alérgicas (a ciertos fármacos o hasta al uso de preservativos de látex) y, en el menor de los casos, manifestaciones secundarias de otras enfermedades (como el VIH o la diabetes) y el contagio por una ITG.

El tratamiento varía en función de la causa que la produzca, algo que suele determinar con cierta facilidad el urólogo, y va desde un tratamiento local con pomadas antimicóticas o con antibiótico (que pueden llevar o no corticoides para disminuir la inflamación), tratamiento antibiótico vía oral, la higiene conveniente a fin de mantener la zona limpia y seca, tratamientos más específicos si la causa es una ITG o, si la balanitis es recurrente, el practicar la circuncisión (a fin de eliminar el prepucio y que la zona quede ventilada y aseada). Su manifestación, y esto es otra indicación de que la balanitis no es prioritariamente una ITG, se produce con frecuencia en niños. Así que, la próxima vez que nuestro hijo o nuestra pareja masculina se rasquen entre las piernas o muestren síntomas claros de un proceso infeccioso, no pensemos, de buenas a primeras, ni en inconsciencias ni en deslealtades que, como suele pasar con las cosas del mundo, el “piensa mal y acertarás” garantiza más el pensar mal que el acertar.

mujerhoy.com

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