El alcoholismo es una enfermedad de adicción de la que muchas veces se derivan otros trastornos como la depresión. El trastorno depresivo es un síndrome del estado de ánimo que afecta al estado emocional, cognitivo, motivacional y psicomotor de la persona e influye en su relación con su entorno.

Hábitos no saludables de nuestra vida como el consumo de alcohol puede ser un factor que ocasiona depresión. Otras veces, es el abuso de alcohol la consecuencia de un trastorno depresivo que ha ido evolucionando a lo largo del tiempo.

Cuando la depresión antecede al alcoholismo, la persona busca en el alcohol un alivio de los síntomas depresivos. El alcohol es un relajante e inhibidor que puede permitir a la persona desconectar temporalmente de sensaciones y pensamientos negativos, que, en las personas depresivas, se mantienen activos todo el día. El problema es que el alcohol es un potente depresor y, además, altera el funcionamiento de los fármacos antidepresivos, por lo que la depresión puede empeorar rápidamente.

Por otra parte, cuando el consumo de alcohol es el que ocasiona los problemas depresivos, no se tienen por qué haber presentado problemas de estado de ánimo previos al abuso. Pero será el consumo excesivo de alcohol el que irá produciendo un deterioro físico y psicológico cada vez mayor. Ocasionando problemas de salud, deterioro mental, descuido personal y reducción y abandono de relaciones sociales que agravan la depresión.

Actúa sobre receptores del sistema nervioso, por ello está relacionado con las emociones. En dosis pequeñas desinhibe, disminuye la ansiedad, aumentando la frecuencia cardíaca y respiratoria como en un estado de excitación. Con dosis mayores funciona como un depresor. Disminuyendo el nivel de conciencia, la coordinación motora y la respiración y frecuencia cardíaca.

No sólo no combate la depresión, sino que, tras aliviar ligeramente alterando el estado consciente, por sus propiedades depresoras, la agrava. Provocando el incremento de los sentimientos de culpa y desequilibrio. Y disminuye la propia valía, por verse a uno mismo sin control, abandonando las obligaciones sociales, laborales y/o académicas.

Un adicto al alcohol no puede abandonar la bebida de forma drástica ya que sufrirá un fuerte síndrome de abstinencia. Con síntomas como temblores, sudoración, taquicardia y ansiedad. Por lo tanto, el primer paso es recurrir a profesionales. Y convencerlo, si hace falta, de la necesidad de pedir este apoyo.

En CC Adicciones nuestro objetivo es devolver al paciente el control de su vida. Proporcionando todo el apoyo necesario y la supervisión médica que permitirán al paciente dejar la bebida.

En una primera visita, que será gratuita, el equipo médico aconsejará sobre el tipo de tratamiento de desintoxicación más adecuado en cada caso.

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