La dislipidemia (o dislipemia) consiste en la presencia de altos niveles de lípidos (colesterol, triglicéridos o ambos) que son transportados por las lipoproteínas en la sangre (ver Introducción a los trastornos relacionados con el colesterol y con los lípidos). Este término incluye la hiperlipoproteinemia (hiperlipidemia o hiperlipemia), que hace referencia a los niveles elevados de colesterol total, de lipoproteínas de baja densidad (LDL, el colesterol «malo») o de los triglicéridos, así como a una concentración baja de las lipoproteínas de alta densidad (HDL, el colesterol «bueno»).
Tiene relación con el estilo de vida, con la genética, con las enfermedades, con los medicamentos o con una combinación de estos factores.
Puede producir ateroesclerosis, que da lugar a angina de pecho, infarto de miocardio, accidente cerebrovascular y arteriopatía periférica.
Se mide la concentración de los triglicéridos y de los diferentes tipos de colesterol en la sangre.
Conviene practicar ejercicio, cambiar el tipo de alimentación y tomar ciertos medicamentos.
La concentración de las lipoproteínas y, por lo tanto, de los lípidos, en particular del colesterol LDL, aumenta ligeramente a medida que la persona va envejeciendo. Los valores suelen ser algo más altos en los hombres que en las mujeres, pero en estas comienzan a elevarse después de la menopausia. El incremento en la concentración de las lipoproteínas debido a la edad origina dislipidemia.
El riesgo de padecer ateroesclerosis (ver Ateroesclerosis) aumenta en consonancia con la concentración de colesterol total, incluso si esta no es lo suficientemente alta como para considerarlo dislipidemia. La ateroesclerosis afecta a las arterias que irrigan sangre al corazón (lo que provoca arteriopatía coronaria), al cerebro (lo que da lugar a enfermedad cerebrovascular) y al resto del organismo (lo que resulta en arteriopatía periférica). Por lo tanto, tener una concentración alta de colesterol total también es un factor de riesgo de sufrir un infarto de miocardio o un accidente cerebrovascular. Se suele considerar que es mejor tener una concentración baja de colesterol total que tenerla alta. Sin embargo, tampoco es saludable que la concentración de colesterol sea muy baja (ver Hipolipidemia).
Aunque no existe un límite natural entre las concentraciones normales y anormales de colesterol, para los adultos es deseable una concentración de colesterol total inferior a 200 miligramos por decilitro de sangre (mg/dL). Y para muchas personas resulta beneficioso mantener la concentración de lípidos aún más baja. En algunas regiones del mundo (como en China y en Japón), donde el nivel promedio de colesterol es de 150 mg/dL, las arteriopatías coronarias son menos frecuentes que en países como Estados Unidos. El riesgo de un infarto de miocardio se duplica cuando el valor del colesterol total se aproxima a los 300 mg/dL.
El valor del colesterol total es solo una guía general para calificar el riesgo de ateroesclerosis. Los niveles de los componentes del colesterol total, en especial el colesterol de las LDL y el colesterol de las HDL, son más importantes. El riesgo aumenta cuando la concentración de colesterol LDL (el «malo) es alta, Tener una concentración elevada de colesterol HDL (colesterol bueno) no se considera una enfermedad, ya que disminuye el riesgo de ateroesclerosis. Sin embargo, una concentración baja de colesterol HDL (definida como menos de 40 mg/dL) lo incrementa. Se suele considerar óptimo que el nivel de colesterol de las LDL sea inferior a 100 mg/dL.
Aún no está claro si los valores altos de triglicéridos aumentan el riesgo de un infarto de miocardio o de un accidente cerebrovascular. Aunque los valores de triglicéridos superiores a 150 mg/dL se consideran anómalos, no parece que esto sea un factor de riesgo en todos los casos. Si además de una concentración alta de triglicéridos, el nivel de colesterol HDL es bajo, o existe diabetes o nefropatía, o numerosos familiares cercanos han padecido ateroesclerosis (antecedentes familiares), aumenta el riesgo de infarto de miocardio o de accidente cerebrovascular.
Sin embargo, tener un nivel elevado de colesterol HDL (el colesterol «bueno») suele ser beneficioso y no se considera un trastorno. Si el nivel es demasiado bajo, aumenta el riesgo de ateroesclerosis.</p
Causas
Los factores que causan la dislipidemia se clasifican en:
- Primarios: causas genéticas (hereditarias)
- Secundarios: estilo de vida y otras causas
Dislipidemia primaria (hereditaria)
Las causas primarias implican mutaciones genéticas que hacen que el organismo produzca demasiado colesterol LDL o triglicéridos o no sea capaz de eliminar esas sustancias. Algunas causas implican producción insuficiente o eliminación excesiva de colesterol HDL. Las causas primarias tienden a ser heredadas y por lo tanto aparecen en diferentes miembros de una misma familia.
Las concentraciones más altas de colesterol y de triglicéridos se observan en las dislipidemias hereditarias, que interfieren en el metabolismo corporal y en la eliminación de los lípidos. También se puede heredar la tendencia a tener una concentración de colesterol de las HDL inusualmente baja. Las posibles consecuencias de las dislipidemias hereditarias incluyen la ateroesclerosis prematura, que puede provocar angina de pecho o infarto de miocardio. La arteriopatía periférica también es una consecuencia y a menudo da lugar a una disminución del flujo sanguíneo hacia las piernas, con dolor al caminar (claudicación, ver Arterias de las piernas y de los brazos). Los accidentes cerebrovasculares son otra de las posibles consecuencias. Las concentraciones muy elevadas de triglicéridos pueden causar pancreatitis (ver Introducción a la pancreatitis).
En las carencias de la lipoproteína lipasa y de la apolipoproteína CII, que son trastornos poco frecuentes causados por el déficit de ciertas proteínas necesarias para desechar partículas que contienen triglicéridos, el organismo no puede eliminar los quilomicrones del torrente sanguíneo, lo que resulta en una concentración muy alta de triglicéridos. Si no se trata, el nivel de triglicéridos suele ascender a 1000 mg/dL. Los síntomas comienzan durante la infancia y la adolescencia e incluyen crisis recurrentes de dolor abdominal, hipertrofia del hígado y del bazo, y aparición de bultos de color amarillo-rosáceos en la piel de los codos, de las rodillas, de las nalgas, de la espalda, de la parte anterior de las piernas y de la parte posterior de los brazos. Estos bultos, denominadas xantomas eruptivos, son depósitos de grasa. Ingerir grasas empeora los síntomas. Aunque este trastorno no evoluciona a ateroesclerosis, puede causar pancreatitis, que a veces es mortal. Si se padece este trastorno, se debe evitar comer grasas de ningún tipo: saturadas, no saturadas o poliinsaturadas.
En la hipercolesterolemia familiar, el nivel de colesterol total es alto. Este trastorno grave afecta aproximadamente a 1 de cada 250 personas. Puede estar causado por un gen anómalo heredado o por dos, uno de cada progenitor. Si son dos los genes anómalos (homocigotos), el trastorno es más grave que si solo es uno (heterocigotos). Se pueden tener depósitos grasos (xantomas) en los tendones de los talones, de las rodillas, de los codos y de los dedos de las manos. En escasas ocasiones, los xantomas aparecen ya a los 10 años de edad. La hipercolesterolemia familiar da lugar rápidamente a ateroesclerosis progresiva y a muerte prematura por arteriopatía coronaria. Los niños con dos genes anómalos pueden sufrir un infarto de miocardio o una angina de pecho hacia los 20 años de edad, y los hombres con solo un gen anómalo suelen padecer arteriopatía coronaria entre los 30 y los 50 años de edad. Las mujeres con un gen anómalo también presentan un riesgo mayor, pero suele empezar cerca de 10 años más tarde que en hombres. Las personas que fuman o tienen presión arterial elevada (hipertensión) o diabetes u obesidad pueden desarrollar ateroesclerosis incluso antes.
El tratamiento consiste, en primer lugar, en comer alimentos con poca cantidad de grasas saturadas y de colesterol. De ser posible, se aconseja adelgazar, dejar de fumar y aumentar la actividad física. Por lo general, es necesario recetar uno o más fármacos hipolipemiantes. Algunas personas requieren aféresis (ver Control de enfermedades mediante la purificación de la sangre), un método de filtración de la sangre para reducir los niveles de LDL. Un diagnóstico y tratamiento tempranos pueden disminuir el riesgo aumentado de infarto de miocardio y accidente cerebrovascular.
En la hiperlipidemia familiar combinada, las concentraciones de colesterol, de triglicéridos o de ambos pueden ser altas. Este trastorno afecta a alrededor del 1% al 2% de la población. Por lo general, los niveles lipídicos se vuelven anómalos después de los 30 años de edad, aunque a veces también ocurre antes, sobre todo si se tiene sobrepeso, si se comen alimentos con gran cantidad de grasas o si se padece un síndrome metabólico (ver Síndrome metabólico).
El tratamiento incluye limitar la ingesta de grasas, de colesterol y de azúcar, practicar ejercicio y, si fuera necesario, adelgazar. A menudo, se deben recetar hipolipemiantes.
En la disbetalipoproteinemia familiar, los niveles de lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL), así como los de colesterol total y triglicéridos, son altos debido a la acumulación en la sangre de un tipo poco corriente de colesterol de las VLDL. Se forman depósitos de grasa (xantomas) en la piel que recubre los codos, las rodillas y las palmas de las manos, donde aparecen surcos amarillos. Este trastorno, poco frecuente, da lugar a un desarrollo precoz y grave de ateroesclerosis. Al llegar a la edad adulta, la ateroesclerosis suele producir obstrucciones coronarias y de las arterias periféricas.
El tratamiento consiste en conseguir un peso adecuado y mantenerlo, además de limitar la ingesta de colesterol, de grasas saturadas y de carbohidratos. Suele ser necesario recetar un hipolipemiante. Con el tratamiento, el nivel de lípidos mejora, el avance de la ateroesclerosis se ralentiza y los depósitos de grasa en la piel se hacen más pequeños o incluso desaparecen.
En la hipertrigliceridemia familiar, la concentración de triglicéridos as alta. Este trastorno afecta más o menos al 1% de la población. En algunas familias afectadas, la ateroesclerosis tiende a desarrollarse en la juventud, pero en otras no. En los casos en que proceda, adelgazar y tomar menos alcohol contribuye a disminuir la concentración de triglicéridos hasta un valor normal. Si estas medidas no dan resultado, se recetan hipolipemiantes. En caso de sufrir también diabetes es importante controlar de forma estricta la enfermedad.
La hipoalfalipoproteinemia se caracteriza por una concentración baja de colesterol de las HDL, que suele ser hereditaria. Existen diversas anomalías genéticas que la causan.
Si se padece una alteración genética que causa una concentración alta de triglicéridos (como la hipertrigliceridemia familiar o la hiperlipidemia familiar combinada), ciertos trastornos y sustancias pueden aumentar los niveles de triglicéridos hasta valores muy altos. Entre los trastornos se incluyen la diabetes que no se controla de forma adecuada y la insuficiencia renal; algunas de las sustancias mencionadas son el alcohol en exceso y el tratamiento con ciertos medicamentos que aumentan los niveles de triglicéridos. Los síntomas incluyen la aparición de depósitos grasos (xantomas eruptivos) en la piel de la parte anterior de las piernas y de la parte posterior de los brazos, hipertrofia del bazo y del hígado, dolor abdominal y menor sensibilidad al tacto debido a un daño neurológico. Este trastorno causa pancreatitis, cuyo desenlace, en algunos casos, es mortal. Limitar la ingesta de grasas (a menos de 50 g al día) ayuda a evitar el daño neurológico y la pancreatitis, al igual que adelgazar y no tomar alcohol. También puede ser necesario recetar hipolipemiantes.
Dislipidemia secundaria
Las causas secundarias contribuyen a muchos de los casos de dislipidemia, e incluyen las siguientes:
- Ingerir alimentos con gran cantidad de grasas saturadas, de grasas trans y de colesterol
- Padecer diabetes o ciertos trastornos
- Ser una persona fìsicamente inactiva
- Consumir grandes cantidades de alcohol
- Uso de ciertos medicamentos
Algunas personas son más sensibles que otras a los efectos de la alimentación, pero la mayoría se ven afectadas de algún modo. Puede que alguien coma grandes cantidades de grasa animal y su nivel de colesterol total no se eleve por encima de los niveles deseables, mientras que otra persona siga una dieta estricta con poco contenido de grasas y el colesterol total no deje de tener un nivel alto. Esta diferencia está determinada principalmente por factores genéticos. La composición genética de cada persona influye en la velocidad con que el organismo produce, utiliza y elimina estas grasas. Además, la morfología corporal no siempre predice los niveles de colesterol. En ocasiones, a pesar del sobrepeso, los valores de colesterol son bajos, al igual que puede ocurrir que algunas personas delgadas tengan valores altos. Tanto comer un exceso de calorías como consumir demasiado alcohol pueden provocar un aumento en la concentración de triglicéridos.
Algunos trastornos provocan un aumento de los niveles de lípidos en sangre. Una diabetes que no ha sido controlada de forma adecuada o una enfermedad renal crónica pueden aumentar la concentración de colesterol total o de triglicéridos. Algunas hepatopatías (en especial la cirrosis biliar primaria) y la hipoactividad de la glándula tiroidea (hipotiroidismo) dan lugar a niveles altos de colesterol total.
La administración de determinados fármacos, como los estrógenos (tomados por vía oral), los anticonceptivos orales, los corticoesteroides, los retinoides, los diuréticos tiacídicos (en cierto grado), la ciclosporina, el tacrolimús y los medicamentos antivirales que se utilizan para tratar el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) y el sida pueden provocar un aumento de los niveles de colesterol y/o de triglicéridos.
El tabaquismo, la infección por VIH, la diabetes que no ha sido controlada de forma adecuada o los trastornos renales (como el síndrome nefrótico) contribuyen a que el nivel de colesterol de las HDL sea bajo. Algunos fármacos, como los betabloqueantes y los esteroides anabolizantes disminuyen el nivel de colesterol de las HDL.
Síntomas
Los niveles altos de lípidos en la sangre no suelen causar síntomas. En algunas ocasiones, cuando los valores son particularmente altos, la grasa se deposita en la piel y en los tendones, donde forma unos abultamientos denominados xantomas. A veces la persona desarrolla anillos opacos blancos o grises en el borde de la córnea. Cuando los niveles de triglicéridos son muy altos, se produce una hipertrofia del hígado o del bazo, una sensación de hormigueo o de quemazón en las manos y los pies, dificultad respiratoria y confusión, y puede aumentar el riesgo de desarrollar pancreatitis, un trastorno que provoca dolor abdominal intenso y puede ser mortal.
Diagnóstico
Análisis de sangre para determinar los niveles de colesterol
Las concentraciones de colesterol total, de colesterol de las LDL, de colesterol de las HDL y de triglicéridos (perfil lipídico) se miden mediante un análisis de sangre. Puesto que el consumo de alimentos o de bebidas puede aumentar temporalmente la concentración de triglicéridos, se debe ayunar por lo menos durante las 12 horas anteriores a la extracción de la muestra de sangre.
Cuando el nivel de lípidos en la sangre es muy alto, se realizan análisis de sangre especiales para identificar el trastorno específico subyacente. Ciertas enfermedades incluyen varios trastornos hereditarios (dislipidemias hereditarias) que generan diferentes anomalías lipídicas y riesgos.
Cribado
Conviene determinar el perfil lipídico a partir de los 20 años y repetir la valoración cada 4-6 años.
El cribado se suele repetir hasta que la persona supera los 80 años de edad. Además de medir las concentraciones de lípidos, también se efectúa un cribado de otros factores de riesgo de enfermedad cardiovascular, como presión arterial elevada (hipertensión), diabetes o antecedentes familiares de concentraciones elevadas de lípidos.
Los pediatras recomiendan que todos los niños entre 9 y 11 años de edad se sometan a análisis de sangre para detectar concentraciones elevadas de lípidos. Los niños pueden someterse a exámenes a los 2 años de edad si tienen familiares con concentraciones elevadas de lípidos o que desarrollaron una arteriopatía coronaria a una edad temprana.
Tratamiento
- Perder peso
- Ejercicio
- Disminuir las grasas saturadas en la alimentación
- Con frecuencia, hipolipemiantes
Por lo general, el mejor tratamiento consiste en adelgazar si se tiene sobrepeso, en dejar de fumar si se fuma, en reducir la cantidad total de grasas saturadas y de colesterol que se consumen, en practicar más ejercicio y, después, si fuera necesario, en tomar un fármaco hipolipemiante.
Practicar ejercicio de manera periódica ayuda a disminuir el nivel de triglicéridos y a aumentar el de colesterol HDL. Un ejemplo consiste en caminar con rapidez por lo menos 30 minutos 5 veces por semana.
Dieta hipolipemiante
Una alimentación con poca cantidad de grasas saturadas y de colesterol reduce los valores de colesterol de las LDL. Se recomienda limitar las calorías procedentes de las grasas a no más del 25% o del 35% del total de las calorías consumidas durante varios días. Sin embargo, las personas con concentraciones elevadas de triglicéridos también necesitan evitar el consumo de grandes cantidades de azúcar (ya sea en alimentos o en bebidas), de harina refinada (como la que se usa en la mayoría de los productos comerciales horneados) y de alimentos con almidón (como las patatas y el arroz).
El tipo de grasa consumida es importante (ver Tipos de grasas). Las grasas pueden ser saturadas, poliinsaturadas o monoinsaturadas. Las grasas saturadas aumentan la concentración de colesterol en mayor medida que otras grasas; dichas grasas no deben aportar más del 7% del total de las calorías que se consumen al día. Las grasas poliinsaturadas (que incluyen los ácidos grasos omega-3 y omega-6) ayudan a disminuir los niveles de triglicéridos y de colesterol de las LDL en la sangre. El contenido de grasa de la mayoría de los alimentos se indica en la etiqueta del envase.
Hay grandes cantidades de grasas saturadas en la carne, en la yema de huevo, en los productos lácteos no descremados, en algunos frutos secos (como la macadamia) y en el coco. Los aceites vegetales contienen cantidades menores de grasas saturadas, pero solo algunos tienen realmente pocas grasas saturadas.
La margarina, que se produce a partir de aceites vegetales poliinsaturados, suele ser un sustituto más saludable de la mantequilla, que contiene muchas grasas saturadas (alrededor del 60%); sin embargo, algunas margarinas (y ciertos alimentos procesados) contienen grasas trans, que aumentan los niveles de colesterol LDL (el «malo») y reducen los de colesterol HDL (el «bueno). Las margarinas hechas a partir de aceites líquidos (margarinas en tubo o en tarrina), además de no tener colesterol, contienen menos grasas saturadas que la mantequilla y menos grasas trans que las margarinas en barra. Las margarinas (y otros productos alimentarios) con estanoles o esteroles vegetales pueden ayudar a reducir las concentraciones de colesterol total y de colesterol de las LDL.
Fuente: msdmanuals.com