Son los trastornos del sueño más comunes. Una de cada cuatro personas sufre insomnio y en un 10% de casos resta calidad de vida. Muchas veces se asocia a depresión. Patologías cardiovasculares y accidentes pueden derivar de dormir poco o mal

Sueño y salud son un binomio inseparable. No se vive saludablemente si se duerme mal o de manera insuficiente. Lo evidencian estudios que vinculan ictus, embolias, arritmias o cáncer con apneas, insomnio u otros trastornos del sueño. Y lo demuestran, también, accidentes de tráfico y laborales. Quien no recarga las pilas de su organismo durmiendo bien y lo suficiente, aumenta el riesgo de contraer enfermedades. Primar el sueño, con la misma importancia que una alimentación equilibrada y ejercicio físico es garantizarle al organismo los tres pilares de la salud. «La falta de sueño o el mal sueño, afecta al apetito –propicia la obesidad–, a la vida sexual, al humor, a las relaciones sociales, al cansancio y por tanto al rendimiento escolar o laboral, en definitiva, a las capacidades mentales y físicas, todo sin excepción», precisan expertos.

«Dormir poco o mal afecta al apetito, a la vida sexual, al humor, a las relaciones sociales y al rendimiento escolar y laboral».

De todos los trastornos del sueño, el insomnio es el más prevalente. «Se calcula que afecta al 25% de la población (una de cada cuatro personas). Y en un 10% de casos puede ser incluso grave, pues provoca mala calidad de vida y muchas veces es un factor de enfermedades como la depresión». Porque los problemas del sueño pueden ser síntoma de multitud de factores, desde un proceso de duelo, la desviación del tabique nasal o la acumulación de grasa en el cuello, en casos de obesidad. También pueden causarlos la disfunción de un órgano, el estrés y la ansiedad, o malos hábitos como privarse del sueño para realizar otras actividades en lugar de dormir, tratando de recuperar más adelante las horas de sueño no concebidas o, simplemente, cenar demasiado o utilizar pantallas digitales justo antes de irse a dormir. Múltiples casuísticas y un desafío común que pone en riesgo la salud, propiciando el desarrollo de enfermedades.

Enfermedades propias del sueño

Insomnio y apneas son las enfermedades del sueño más comunes. Les siguen otras patologías como el síndrome de piernas inquietas, los comportamientos anómalos durante el sueño y la narcolepsia.

Por insomnio se entiende la «incapacidad de dormirse o mantener el sueño adecuado -7/8 h- que provoca mala calidad de vida, a pesar de un tratamiento con medidas generales y consejos, de entrada, sin farmacología», define el doctor Montserrat. El médico de familia es el primero en evaluar los problemas del sueño y deriva a las unidades hospitalarias del sueño los casos en los que, pese a un óptimo tratamiento incluso farmacológico, las dificultades para conciliar bien el sueño o para mantener las horas de sueño de calidad adecuadas persisten.

En las unidades especializadas en trastornos del sueño se estudian todas las posibles causas que impiden dormir, y dormir bien. Desde los aspectos psicopatológicos, depresión u otras enfermedades, hasta los hábitos que puedan estar causando el insomnio. Pero la multipatología que puede conllevar la falta de sueño o el mal sueño hace que el problema se puede tratar desde la medicina primaria, hasta cualquiera de las muchas subespecialidades médicas que se ocuparían de detectar y resolver las posibles causas.

«Sin duda, la tendencia actual a la obesidad hace prever que en un futuro aumente la prevalencia de las apneas».

La apnea –interrupción de la respiración– es el otro trastorno del sueño más frecuente. Se suele vincular al ronquido, pero, «de toda la gente que ronca –un 40% de la población–, más o menos el 20% hace apneas».

La obesidad es una de las causas de apnea. Una vez aplicadas medidas de corrección, como pérdida de peso, ejercicio físico, hábitos de higiene del sueño, con detalles como el dormir de costado, «si los síntomas secundarios –cansancio, falta de atención o somnolencia diurna– no desaparecen o disminuyen, puede estar indicado el tratamiento durante la noche con una mascarilla nasal (CPAP)».  Además, que «sin duda, la tendencia actual a la obesidad hace prever en un futuro el aumento de la prevalencia de apneas».

Según especialista «la obesidad suele asociarse a las apneas nocturnas y también al insomnio de fragmentación –despertarse durante la noche–, a atracones nocturnos, y al recurso de la comida para paliar estados emocionales negativos». Psiquiatras y psicólogos intervienen en todos esos casos en los que el ritmo del sueño se rompe. También en caso de insomnio, pues los estados depresivos y de ansiedad son los mayores responsables del insomnio y exigen tratamiento psiquiátrico y psicológico. La psicopatología suele ir asociada al aislamiento social, desorganización de hábitos e incluso a la inversión horaria del sueño».

Apneas y polisomnografía

La apnea es la suspensión temporal de la respiración (entre 10 segundos y un minuto). «Hay apneas sintomáticas y otras asintomáticas». En las primeras, quien las sufre, durante el día se suele sentir muy cansado, incluso presenta somnolencia diurna. Se puede dormir en cualquier reunión, en los trayectos en transporte y en casos más graves, como al volante de un vehículo. «Hay quien se despierta tras una apnea con la sensación de asfixia, y va al médico por ello. Otros, por la molestia de los ronquidos a la pareja». En las apneas asintomáticas, el paciente no nota nada, pero su falta de oxigenación por apneas se descubre tras haber sufrido «un infarto, un ictus, una embolia o arritmias», señala. «En una hora pueden llegar a darse 30, y en una noche, de 300 a 400». La polisomnografía es la prueba que registra la actividad cerebral, la respiración, el ritmo cardiaco, la actividad muscular y los niveles de oxígeno en la sangre mientras se duerme. Se puede realizar en el hospital o en casa. En función del tipo y cantidad de apneas, se adapta un dispositivo (CPAP Presión positiva continua en la línea aérea), un ventilador que insufla aire desde un aparato a través de un tubo y una mascarilla con la que el paciente duerme.

Investigación y tecnología

El dispositivo de ventilación para los pacientes que hacen apneas (CPAP), gracias a la ayuda del cual su calidad de vida mejora notablemente, fue inventado en 1982 por el médico y profesor australiano Colin Sullivan. Es una muestra de cómo la tecnología ha contribuido a hacer posible sueño de calidad para quienes no dormir bien interfería en el correcto funcionamiento de sus vidas, con el consecuente beneficio también para su salud. «Telemedicina y microelectrónica para sensores portátiles –para recoger registros de pacientes desde sus propias casas– han sido, junto a la genómica y la proteómica, las tecnologías que más han aportado a los tratamientos de trastornos del sueño», según explica el investigador y profesor de fisiología de la Universitat de Barcelona, en su facultad de Medicina, Ramon Farré. En la actualidad, algunas de las principales dianas de investigación en torno a las patologías del sueño son, según Farré, «los efectos de las alteraciones del ciclo circadiano (cambios de ciclo del sueño, por ejemplo en trabajadores por turnos), así como los efectos de las apneas obstructivas –colapso de la vía aérea superior– y de la fragmentación del sueño». El grupo UB-Clínic al que pertenece Farré investiga en colaboración con equipos españoles, europeos y americanos.

Hábitos de higiene del sueño

Detalles que pudieran parecer insignificantes pueden aportar mejoras sorprendentes a la hora de conciliar mejor el sueño. Disminuir la luz –a medida que la luz del día baja, el cuerpo genera melatonina– y los volúmenes de sonido al aproximarse la hora de ir a dormir son algunos de ellos. «Siempre y cuando la persona presente dificultad para conciliar el sueño, el uso de ordenadores y tabletas justo antes de ir a dormir representa un problema».  «Tampoco se recomienda realizar entreno físico a menos de dos horas antes de ir a dormir». «Y, aunque sea muy fácil de decir, aparcar los problemas es una muy buena opción para dormir bien». Otras medidas a tener en cuenta como beneficio para una correcta conciliación del sueño es no cenar de manera abundante, no ingerir bebidas o alimentos excitantes (café, té, chocolate, alcohol…) durante la tarde y, si se hace siesta, que esta no supere los 20 minutos. También se recomienda mantener un horario regular del sueño, acostándose y despertándose a la misma hora en la medida de lo posible. Y tener siempre presente que, como señalan especialistas «el sueño no hay que buscarlo, es él el que tiene que encontrarnos».

Los dos tipos de insomnio

Cuando cuesta desconectar y dormirse, hablamos de «insomnio de conciliación». «Este tipo de insomnio se trata con inductores del sueño, ya sean farmacológicos, hipnóticos o infusiones, o higiénicos (hábitos, rutinas relajantes que favorecen la conciliación del sueño)». El otro tipo de insomnio es el «de fragmentación». En él, «el sujeto se despierta al cabo de pocas horas y pasa la noche durmiendo a ratos». Este tipo de insomnio «se trata con antidepresivos, aunque el sujeto no esté deprimido clínicamente. Es decir, que puede no tener síntomas para diagnosticar depresión. Se puede estar triste o vulnerable emocionalmente, sin necesidad de estar deprimido. Los insomnios de fragmentación pueden expresar el impacto emocional de situaciones o acontecimientos negativos», dice. «Sí podría ser ello el primero de otros síntomas propios de la depresión que pueden ir apareciendo si el insomnio no se trata».

elperiodico.com

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