El teólogo del siglo XVI Martín Lutero vivía atormentado por los impulsos de maldecir a Dios y a Jesús, y cuando rezaba, estaba obsesionado con las imágenes del «trasero del diablo».

San Ignacio, el jesuita portugués del mismo siglo, no podía pisar dos pedazos de paja si formaban una cruz porque sería una falta de respeto a Cristo.

Sufrían de escrupulosidad, una forma de trastorno obsesivo compulsivo (TOC) que, aunque ha sido documentada por siglos, sigue siendo poco conocida.

Quienes la sufren viven atormentados pensando que constantemente violan sus creencias religiosas, éticas o morales, desde obsesionarse con que no están rezando bien hasta castigarse por ser malas personas por no haber reciclado una hoja de papel.

Desafortunadamente, ese tipo de pensamientos intrusivos pueden inundar las mentes de los niños, abrumándolos con sentimientos de culpa, confusión e inseguridad, sin que los adultos se enteren pues, convencidos de que son perversos sin remedio, no se atreven a hablar.

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