Esta es una pregunta que muchas personas se hacen, ya que el autismo es un trastorno complejo y diverso que implica dificultades en la comunicación, la interacción social y el comportamiento. En este artículo, vamos a explicar qué es el autismo, qué tipos existen, cómo se diagnostica y qué tratamientos hay disponibles.

El autismo forma parte de los llamados trastornos del espectro autista (TEA), que son un grupo de condiciones que afectan al desarrollo del cerebro y que se manifiestan de forma diferente en cada persona. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que uno de cada 100 niños tiene autismo, aunque la prevalencia puede variar según los estudios y los países.

Los síntomas del autismo suelen aparecer en la primera infancia, antes de los tres años de edad, y se mantienen a lo largo de la vida. Los principales síntomas son:

  • Déficits en la interacción social: las personas con autismo tienen dificultades para establecer y mantener relaciones con los demás, comprender las emociones y las intenciones de los otros, expresar sus propios sentimientos y seguir las normas sociales.
  • Déficits en la comunicación: las personas con autismo pueden tener problemas para desarrollar y usar el lenguaje verbal y no verbal, como el contacto visual, los gestos o las expresiones faciales. Algunas personas con autismo no hablan o tienen un lenguaje limitado o repetitivo, mientras que otras pueden hablar con fluidez pero sin tener en cuenta el contexto o el interlocutor.
  • Comportamientos repetitivos o restringidos: las personas con autismo suelen mostrar intereses obsesivos por temas o actividades específicas, que realizan de forma inflexible y rutinaria. También pueden presentar movimientos estereotipados, como balancearse o aletear las manos, o reacciones inusuales a los estímulos sensoriales, como el sonido, la luz o el tacto.

Los síntomas del autismo pueden variar en intensidad y gravedad según cada caso, por lo que se habla de un espectro autista. Dentro de este espectro, se pueden distinguir diferentes tipos o niveles de autismo, según los criterios diagnósticos del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5):

  • Trastorno del espectro autista nivel 1: se caracteriza por requerir apoyo mínimo para funcionar en la vida diaria. Las personas con este nivel de autismo tienen dificultades para iniciar y mantener conversaciones, comprender las normas sociales implícitas o cambiar de actividades o rutinas. Pueden tener intereses restringidos o intensos que interfieren con su integración social o laboral.
  • Trastorno del espectro autista nivel 2: se caracteriza por requerir apoyo sustancial para funcionar en la vida diaria. Las personas con este nivel de autismo tienen dificultades más marcadas para comunicarse verbalmente y no verbalmente, interactuar socialmente y adaptarse a los cambios. Pueden tener comportamientos repetitivos o inflexibles que limitan su autonomía e independencia.
  • Trastorno del espectro autista nivel 3: se caracteriza por requerir apoyo muy sustancial para funcionar en la vida diaria. Las personas con este nivel de autismo tienen déficits graves en la comunicación y la interacción social, que pueden impedirles hablar o relacionarse con los demás. Pueden tener comportamientos extremadamente rígidos o repetitivos que requieren una supervisión constante.

El diagnóstico del autismo se basa en la observación clínica del comportamiento y el desarrollo del niño, así como en la evaluación de sus habilidades cognitivas, lingüísticas, sociales y emocionales. No hay una prueba médica específica para diagnosticar el autismo, aunque se pueden realizar pruebas genéticas o neurológicas para descartar otras posibles causas. El diagnóstico precoz es fundamental para iniciar una intervención adecuada lo antes posible.

Tratamiento

El trastorno del espectro autista (TEA) es una condición que afecta el desarrollo social, el lenguaje y el comportamiento de las personas que lo padecen. No tiene una cura conocida, pero existen diferentes tratamientos que pueden ayudar a mejorar la calidad de vida de los pacientes y sus familias. En este artículo, te presentamos algunas de las terapias más efectivas para el TEA, según la evidencia científica disponible.

Terapias de comportamiento y comunicación: Estas terapias se basan en el aprendizaje de habilidades sociales, de lenguaje y de conducta adecuadas, mediante el refuerzo positivo y la estructuración del ambiente. Algunos ejemplos son el Análisis Aplicado del Comportamiento (ABA), el Modelo Denver de Intervención Temprana (ESDM) y el Programa TEACCH. Estas terapias suelen ser más efectivas cuando se inician en la etapa preescolar o antes.

Terapias educativas: Estas terapias se enfocan en adaptar el currículo escolar a las necesidades y capacidades de cada alumno con TEA, utilizando estrategias visuales, sensoriales y motivacionales. Algunos ejemplos son el Método Montessori, el Método Waldorf y el Método DIR/Floortime. Estas terapias buscan fomentar la autonomía, la creatividad y el interés por el aprendizaje.

Terapias familiares: Estas terapias se dirigen a mejorar la relación entre los miembros de la familia y a brindar apoyo emocional, informativo y práctico a los padres y cuidadores de las personas con TEA. Algunos ejemplos son la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC), la Terapia Sistémica y la Terapia Narrativa. Estas terapias ayudan a reducir el estrés, la ansiedad y la depresión que pueden afectar a las familias con TEA.

Terapias farmacológicas: Estas terapias se utilizan para tratar algunos síntomas asociados al TEA, como las conductas agresivas, las autolesiones, la hiperactividad, la ansiedad o los trastornos del sueño. No se recomienda su uso como tratamiento único o principal, sino como complemento a otras terapias. Algunos ejemplos son los antipsicóticos atípicos (risperidona, aripiprazol), los inhibidores de la recaptación de serotonina (fluoxetina, fluvoxamina, sertralina) y los anticonvulsivantes (valproato sódico).

Terapias alternativas: Estas terapias se basan en principios no científicos o no comprobados, y pueden tener efectos secundarios o contraindicaciones. No se recomienda su uso sin consultar con un profesional médico. Algunos ejemplos son la terapia ocupacional, la comunicación facilitada, el entrenamiento auditivo y la terapia con vitaminas.

Es importante tener en cuenta que cada persona con TEA es única y que lo que funciona para una puede no funcionar para otra. Por eso, es fundamental realizar una evaluación individualizada y un seguimiento periódico de cada caso, para ajustar el tratamiento según las necesidades y los objetivos de cada paciente y su familia.

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