“Imagínate vivir en un estado permanente de incertidumbre por no saber cuándo sufrirás la próxima crisis de epilepsia. Imagínate qué significa, para unos padres, no poder dormir porque su hijo tiene un riesgo elevado de muerte súbita si sufre una durmiendo”. Quien habla así es David Blánquez, uno de los fundadores del primer wearable capaz de detectar una crisis epiléptica antes de que se produzca.

Alrededor de 50 millones de personas tienen epilepsia en todo el mundo, una enfermedad harto conocida que, sin embargo, conlleva unos efectos secundarios que sólo conocen los que la padecen o conviven con ella.

El proyecto llevado a cabo por MJN Neuroserveis no empezaba completamente de cero cuando se creó la empresa. David Blánquez ya había comenzado a investigar cómo, cuándo y por qué su hija padecía las convulsiones.

“La primera idea del dispositivo nació en 2009, en aquel momento sufríamos muchas crisis y siempre había una persona pendiente de nuestra hija. Empezamos a diseñar algo para poder analizar el sudor o el olor corporal, simulando a los perros, pero no funcionó”, añade echando la vista atrás. “Buscando alternativas, encontramos la opción del canal auditivo y exploramos esa vía. Entonces ya empezaban a aparecer estudios y algoritmos que apuntaban hacia la posibilidad de adelantarse a las crisis analizando señales del cerebro”.

Esta tecnología de inteligencia artificial no sólo mejora la vida de quien lo lleva, debido a una monitorización continua de la actividad cerebral en tiempo real, sino que también recoge datos valiosos para conocer mejor esta enfermedad. Como aclara Blánquez, “la información que recogemos de las personas durante su vida diaria la almacenamos en un servidor con dos funciones; la primera es poder personalizar y mejorar los algoritmos, la segunda es generar una base de datos para poder estudiarlos”.

De hecho, ya han desarrollado una herramienta de Big Data para estudiar la relación entre la epilepsia, la dieta, el deporte y otros parámetros. El objetivo final es “generar un banco de datos de electroencefalografía con nuestro dispositivo, así como con los hospitales, para hacer estudios posteriores”.

ENFERMEDAD ESTIGMATIZADA

La epilepsia es un trastorno que dificulta llevar una vida normal. La inseguridad que siempre acompaña a una persona que la sufre a menudo acarrea ansiedad y depresión. Por ello, al disminuir la incertidumbre en su día a día, se atenúa también el impacto emocional negativo que provoca la enfermedad. No sólo de quienes la sufren, también de sus cuidadores.

Blánquez se muestra tajante: “Con el dispositivo que estamos desarrollando vamos a darle tranquilidad a las personas que padecen las crisis y a sus cuidadores. El hecho de no saber nunca cuándo serán los ataques genera ansiedad y estrés en estas personas. Y nuestro objetivo es que esto mejore”.

No obstante, muchas veces las consecuencias de esta patología no son lo peor, sino el estigma social que lleva parejo. Según la OMS, la discriminación que sufren las personas con epilepsia es, a menudo, incluso más difícil de vencer que las convulsiones propias de la enfermedad.

Por ello, uno de los pilares principales de este proyecto es la difusión de la enfermedad. “Creemos que la mejor política es la de normalizar la enfermedad, con la familia, con los amigos y con todo el entorno alrededor de la persona afectada. Eso hace que tenga menos problemas de integración y se sociabilice más”.

El proyecto se encuentra en la fase final previa a su comercialización en el mercado. “Para llegar hasta este punto hemos dados muchos pasos: 18 prototipos, muchas pruebas de ensayo-error, búsqueda incesante de recursos, peticiones de ayuda a médicos y hospitales…”. Un gran esfuerzo que significará, para muchos, un respiro en su día a día y una mejora en el estudio de la epilepsia. En definitiva, una prueba más de cómo la inteligencia artificial se puede poner al servicio de la sociedad, generando un impacto social tan profundo que resulta imposible de vislumbrar.

efectopositivo.elmundo.es

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