Soñar sigue siendo uno de los fenómenos más fascinantes del cerebro humano. Lejos de ser producto del azar, el sueño —especialmente la fase REM— cumple funciones fundamentales como la regulación emocional, la creatividad y la consolidación de experiencias vitales. Sin embargo, su origen y propósito siguen siendo, en parte, un enigma científico.
1. Un proceso cerebral activo
Aunque antiguamente se creía que el cerebro se “apagaba” durante el sueño, hoy sabemos que permanece muy activo, especialmente en la fase REM, donde incluso algunas regiones alcanzan más actividad que en vigilia.
Pasamos por ciclos de sueño no-REM (~80 %) y REM (~20 %), alternándose cada ~90 minutos. En una noche, experimentamos de 4 a 5 ciclos, siendo la fase REM progresivamente más larga hacia la mañana —lo que facilita recordar los sueños.
Aunque también soñamos en no-REM, esos sueños suelen ser simples y difíciles de recordar. Un estudio reciente reveló que tras siestas con REM, el 60 % de las personas recordó haber soñado; ese porcentaje cayó al 20 % si se trataba de una siesta en no-REM.
2. ¿Para qué soñamos? Cuatro teorías clave
Simulación de amenazas: Soñamos para practicar respuestas ante peligros imaginarios —caídas, persecuciones, retrasos— reflejo de patrones que parecen estar «programados» genéticamente en nuestro cerebro.
Flexibilidad cognitiva: Según la hipótesis del cerebro sobreajustado, los sueños ayudan al cerebro a generalizar lo aprendido mientras despierto, promoviendo creatividad e ideas disruptivas. Ejemplos icónicos incluyen canciones de The Beatles o descubrimientos científicos inspirados por sueños.
Terapia emocional nocturna: Los sueños serían como un psicoterapeuta interno, permitiendo recordar lo valioso y «olvidar» o procesar lo doloroso. La amígdala, activa en fase REM, refuerza esta capacidad de regulación emocional.
Una combinación de todas: Ninguna teoría captura por completo por qué soñamos. Diversas funciones pueden convivir, como ocurre con el pensamiento diurno.
3. ¿Sueñan todos igual? ¿Y desde cuándo soñamos?
La neurociencia del sueño aún es joven: hay mucho por descubrir. Una duda provocativa es si el sueño REM y los sueños son menos necesarios en adultos que en recién nacidos, quienes dedican hasta la mitad de su sueño a esta fase.
Otro enigma: muchos antidepresivos inhiben el sueño REM —sin parecer afectar el estado emocional diario—, lo que deja abierta la pregunta de qué tan crucial es esa fase o el acto de soñar para la vida adulta.
Soñar es más que una curiosidad nocturna: es un proceso dinámico con múltiples funciones adaptativas, desde procesar emociones hasta fomentar la creatividad. Aun así, queda terreno por explorar: ¿cuánto dependemos de los sueños para mantener un descanso saludable? ¿Podemos soñar sin recordar? El estudio del sueño sigue siendo uno de los horizontes más fascinantes de la ciencia.