La belleza de un rostro es un concepto abstracto relacionado con la simetría, el equilibrio y la relación armoniosa entre sus diferentes segmentos. Un cirujano plástico-estético o un artista con experiencia en la observación y el análisis facial pueden detectar rápidamente el problema. Aunque existen ciertas reglas y mediciones para evaluar la cara, estas no siempre aportan una fórmula infalible, y aunque las medidas antropométricas pueden darnos una orientación sobre un defecto facial, puede ser que en ese rostro con un marco étnico o cultural distinto existan variaciones que pueden ser consideradas bellas, es aquí donde la experiencia del cirujano plástico y estético se pone más de manifiesto, orientando al paciente sobre lo que mejor puede quedar en ese rostro.

Especialistas, advierten de que la cara debe ser examinada en reposo y también en movimiento; el equilibrio de los componentes faciales es importante. Hemos de observar el aspecto general del mismo y determinar asimetrías, y valorar la nariz en su contexto. Una nariz larga puede ser desproporcionada en una cara pequeña, pero no en una cara angulosa y alargada.

La nariz representa una unidad facial estética, situada centralmente entre otras unidades estéticas de la cara. Son necesarios unos conocimientos muy claros sobre su anatomía y fisiología para comprender la relación dinámica entre forma y función de la nariz, ya que este órgano es principalmente respiratorio y olfativo, lo cual siempre se ha de tener en cuenta a la hora de plantearse cualquier cirugía estética sobre la misma, y si existiese algún problema funcional, intentar corregirlo a la vez.

Diversas valoraciones

«Hemos de valorarla de frente, de perfil y desde una perspectiva basal que nos oriente sobre la existencia o no de desviaciones».

Además, el proyecto de rectificaciones al que se somete el paciente debe establecerse en función de sus propios deseos, pero «hemos de saber frenar aquellos que no son razonables y hemos de tener en cuenta las condiciones locales, particularmente el estado de la piel, y la estructura osteocartilaginosa sobre la que está basada».

En cualquier corrección prevista o proyectada es necesario considerar la pirámide nasal como un edificio que tiene un armazón osteo-cartilaginoso de forma y resistencia variables, que está envuelto por una cubierta cutánea; la elasticidad y características de esta piel han de ser tomadas en cuenta a la hora de planear esta cirugía. El especialista, basándose en esta información pueden determinar las alteraciones que presenta cada caso.

Aventura planeada

La rinoplastia sigue siendo única, y se puede establecer con gran exactitud la planificación preoperatoria de cada procedimiento, estableciendo su anatomía exacta. Con un análisis preciso, «pocas sorpresas debemos de encontrarnos durante el procedimiento quirúrgico. Cada rinoplastia es una aventura totalmente planeada, en la cual técnicas similares, pero a menudo diferentes, son requeridas para lograr el resultado deseado». Es tan importante la destreza técnica personal y el conocimiento del cirujano, como la habilidad adquirida para imaginar o visualizar el resultado final propuesto, y conseguir desarrollar un equilibrio entre la norma estética ideal, los rasgos faciales y las necesidades estéticas de cada paciente.

Al contrario de las tendencias de hace algunas décadas, las resecciones de estructuras osteocartilaginosas nasales deben ser discretas y «casi siempre buscamos más, refinar la nariz, que modificarla, preservando o restaurando la fisiología normal y evitando disecciones innecesarias. El paciente de hoy en día es cada vez más consciente de ello y no pretende grandes cambios, sino un resultado armónico a su cara».

Por ello, un buen cirujano de nariz ha de ser muy hábil, pero también flexible, ágil e innovador, poseer el conocimiento de diversos abordajes y de técnicas quirúrgicas que le permitan manejar exitosamente las diferentes variaciones anatómicas encontradas.

elcorreogallego.es

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