Los avances en las pruebas de imagen, en especial la resonancia magnética, van a permitir demostrar si la obesidad está detrás de la pérdida de elasticidad del corazón provocando una rigidez que dificulta el bombeo de la sangre. Una lesión que permanece aunque el paciente pierda peso

Este es el objetivo de un estudio observacional del Hospital Clínico San Carlos de Madrid que ya ha empezado a reclutar candidatos para comparar a dos grupos: uno de pacientes con obesidad y otro de no obesos, pero en ámbos casos que hayan sufrido un primer infarto de miocardio.

“Al no poder hacer una biopsia es muy difícil analizar una muestra de tejido del corazón para ver su grado de elasticidad. Pero ahora las técnicas de imagen cardíaca más avanzadas (ecocardiografía y resonancia), utilizadas en el entorno de la investigación, ya permiten hacer caracterización tisular, es decir, ver por imagen las características del tejido y comprobar si es más o menos elástico o fibrótico ”, explica la doctora María Luaces de la sección de imagen cardíaca del Servicio de Cardiología del Clínico.

Con estas técnicas no invasivas, apunta la especialista, “pretendemos ver cómo de elástico o de fibrótico (rígido) es el tejido miocárdico en el momento del infarto para descubrir si hay diferencias entre los dos grupos en función del Índice de Masa Corporal (IMC) y observar cómo evolucionan al repetir las pruebas al cabo de seis meses”.

Unas sustancias que promueven la rigidez

Con este estudio, que ha recibido una de las ayudas a la investigación que cada año otorga la Fundación Mutua Madrileña, “queremos demostrar el papel de la obesidad en este componente de fibrosis porque, según nuestros estudios previos, un organismo obeso segrega unas sustancias que promueven que exista más rigidez”, indica la especialista.

“ Y es más, en esos estudios anteriores hemos observado que en pacientes obesos mórbidos, que se han sometido a cirugía bariátrica para conseguir la pérdida de peso, mejoran todos los parámetros cardíacos menos la elasticidad cardíaca”, destaca.

Una circunstancia que ha hecho pensar a los investigadores que si la pérdida de peso ayuda a mejorar todos los parámetros excepto la elasticidad, es que la obesidad es la que propicia que ese daño, la rigidez cardíaca, quede para siempre, que no se recupere.

Esa impregnación del tejido del corazón por las sustancias tóxicas fruto de la obesidad, lo que genera tejido fibrótico, es lo que se conoce como fibrosis miocárdica difusa.

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“Por eso vamos a comparar a personas a obesas y no obesas y… ¿por qué en ambos casos tras haber sufrido un infarto de miocardio? Porque la obesidad se ha asociado tradicionalmente a riesgo cardiovascular, en concreto a cardiopatía isquémica, pero nadie lo ha demostrado. Se podría observar a una persona obesa que no ha sufrido un infarto, pero adelantamos más en un grupo de pacientes que ya tengan su corazón dañado”, indica la doctora.

“Dado que -añade- uno de los factores más importantes a los que se asocia la obesidad es la cardiopatía isquémica, queremos ver en ese grupo de pacientes qué papel relativo puede estar teniendo la obesidad en la estructura y cantidad de fibrosis en su corazón. Y si evolucionan de una manera diferente unos respecto a otros”.

En fase de reclutamiento

Estas conclusiones y las nuevas vías de estudio se deben a más de ocho de investigación sobre el daño cardíaco en la obesidad entre el Servicio de Cardiología del Hospital Clínico y el equipo de investigación que lidera la profesora Victoria Cachofeiro en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid.

El estudio en marcha, que pretende contribuir a la prevención y diagnóstico precoz del daño cardíaco asociado a la obesidad, se encuentra en fase de reclutamiento para seleccionar a 25 pacientes para cada uno de los dos grupos.

“Nos gustaría tener datos preliminares antes de final de año; curiosamente, sin embargo, entre los pacientes que ingresan en el Hospital Clínico con un primer infarto de corazón muchos tienen sobrepeso, pero pocos son obesos”, manifiesta la doctora María Luaces.

“Puede ser porque la gente se esté cuidando más o porque el síndrome metabólico sea más peligroso en gente no obesa”, se cuestiona la especialista.

Fuente: efesalud.com

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