Reconocer y admitir la obesidad es fundamental a la hora de atajar el problema. «Un adolescente con un índice de masa corporal –se calcula dividiendo el peso del paciente entre su talla al cuadrado– por encima de 30 puntos es obeso». «Si pasa de 35, se trata de una obesidad de grado dos y, si el índice de masa corporal es superior a 40, ya hablamos de obesidad mórbida», detallan especialistas.

La obesidad infantil y juvenil está considerada como «uno de los principales problemas de salud a nivel mundial». Su definición en la edad pediátrica, no obstante, «no es tan clara como en la edad adulta» ya que «no hay un criterio consensuado para poder disponer del límite claro entre obesidad y sobrepeso». Sea cual sea el criterio, existen dos picos de incidencia, sobre los cinco años y a partir de los 11-12, que pueden ser preocupantes si no se toman medidas, puesto que hay riesgo incrementado de continuar con obesidad en la edad adulta.

La cirugía «siempre es el último paso» en estos casos, aunque muchas veces es inevitable. La situación se puede reconducir mediante una alimentación correcta, la práctica habitual de actividades físicas y el apoyo psicológico, imprescindible para asentar el cambio de hábitos en el adolescente y adaptarlo a su ámbito familiar, escolar o social, algo fundamental a la hora de conseguir el éxito dado que el entorno suele ser responsable en buena medida de la obesidad de niños y jóvenes.

«Los niños obesos desarrollan problemas de autoestima, asociados a situaciones de no aceptación social, desencadenando ansiedad, tristeza, síntomas depresivos, apatía… lo que conlleva un aumento de la ingesta de alimentos, aislamiento social, autoinculpación o la aparición de trastornos alimentarios como anorexia nerviosa o bulimia».

«La obesidad puede ser desencadenada por el TDAH, trastorno por déficit de sueño crónico, trastorno por estrés postraumático y TEA, dado que esos trastornos se asocian a dificultades en el control de los impulsos y los fármacos que se utilizan en su tratamiento generan cambios metabólicos que aumentan los depósitos grasos y aumento de peso».

Cuándo recurrir a la cirugía

Si la situación es tan grave que no se puede remediar con la actuación de el equipo multidisciplinar, es necesario entonces recurrir a la cirugía bariátrica y metabólica. Las intervenciones quirúrgicas en niños y adolescentes están indicadas en los casos en los que el índice de masa corporal es superior a 35 y, además, el paciente presenta alguna enfermedad asociada como la diabetes tipo dos, la esteatosis hepática –hígado graso–, apnea del sueño, hipertensión endocraneal, artropatía por sobrepeso, hipertensión, colesterol o triglicéridos elevados, ovario poliquístico o reflujo gastroesofágico, tal como avala la American Society for Metabolic and Bariatric Surgery. Asimismo, si el índice de masa corporal es superior a 40, aunque no existan enfermedades asociadas, también es recomendable este tipo de cirugía.

Únicamente se desaconseja la intervención quirúrgica en el caso de que la causa de la obesidad sea tratable médicamente, o en situaciones extremas como la presencia de una adicción (drogas o alcohol), un embarazo o la imposibilidad real del paciente de participar en el programa de reducción de peso debido a causas mentales o psicosociales.

No obstante, la elevada seguridad de este tipo de cirugía –es mínimamente invasiva, presenta mortalidad cero y apenas genera un 8% de complicaciones menores–, así como su alto porcentaje de resolución de enfermedades asociadas a la obesidad –92% en la diabetes tipo dos e hígado graso, 96% en la apnea del sueño o 75% en la hipertensión arterial– la convierten en una opción inmejorable para luchar contra la obesidad infantil y juvenil.

La técnica quirúrgica más utilizada es la gastrectomía vertical laparoscópica, puesto que presenta menos riesgos que otras y permite una mejor absorción de los nutrientes de los alimentos, algo fundamental cuando se trata de niños y adolescentes que se encuentran aún en período de crecimiento. Tan sólo en casos muy puntuales, por ejemplo con una enfermedad por reflujo gastroesofágico de carácter severo, se aconseja el bypass gástrico.

Los beneficios de la cirugía bariátrica y metabólica para atajar la obesidad en niños y adolescentes son notables, tal como confirman los estudios realizados en más de 162.000 pacientes: pérdida de peso y mantenimiento a largo plazo, con una reducción del índice de masa corporal de hasta 16 puntos en cinco años y una mayor pérdida de peso y mantenimiento a largo plazo que en los adultos. De hecho, en comparación con estos, la cirugía bariátrica en menores presenta resultados más perdurables en el tiempo, un menor número de complicaciones y una mejor respuesta metabólica.

«Entre los seis primeros meses y el año, el paciente experimenta la mayor pérdida de peso», subrayan «lo recomendable es que, después, permanezca al menos dos años en seguimiento» por parte del equipo multidisciplinar para garantizar el mantenimiento de los resultados, además de cuidar la dietética, la nutrición, la actividad física y la psicología de niños y adolescentes, además de dar respuesta a las cuestiones médicas y quirúrgicas que puedan surgir en cada caso.

Apenas entre dos años y medio y tres para que el adolescente recupere del todo su vida, diga adiós a las graves enfermedades asociadas a la obesidad y mejore su calidad de vida no sólo en el ámbito de la salud, sino también en su entorno social y escolar, «con unos resultados que, con un seguimiento correcto y una adecuada implicación del paciente, tienen siempre un 100% de éxito».

Fuente: lasprovincias.es

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