Según la OMS, solo en 2015, los accidentes cardiovasculares (o ictus) provocaron más de 15 millones de muertes. Los ACV, otro de los nombres por los que se conoce esta afección, se encuentran entre los problemas más extendidos de todo el mundo.

Sus consecuencias son muy graves, y sus soluciones pocas e ineficaces. Lo mejor es la prevención. Hoy hablamos de esta patología, su origen y sus detalles para conocer en materia de salud todo lo que rodea al ictus.

Qué es el ictus

Se conoce como ictus, infarto cerebral, derrame cerebral o apoplejía a los accidentes cerebrovasculares, ACV, que es el nombre correcto de este problema. Este puede ocurrir de dos maneras, principalmente. Una de ellas consiste en una isquemia, es decir, una disminución del flujo sanguíneo que suele ocurrir de manera brusca. La otra es el ictus hemorrágico, en el que se produce un derrame, propiamente dicho, debido a la rotura de un vaso sanguíneo.

La isquemia se produce cuando el flujo queda obstruido y la sangre no llega al tejido, de manera que este se queda sin oxígeno y sin nutrientes. Sin lo primero, las células comienzan a morir rápidamente. Especialmente en el cerebro, donde el aporte ha de ser continuo.

En el derrame, ocurre lo mismo, pero con la gravedad de que se inunda el tejido de sangre y células desparramadas, provocando aún más daños (aunque todo depende del ictus y el derrame, en sí). Las hemorragias cerebrales muy voluminosas son terriblemente graves.

En ambos casos, la pérdida de tejido cerebral puede tener consecuencias muy, muy importantes, en muchos casos letales. Las secuelas suelen ser de por vida, aunque son mucho más fáciles de superar cuando ocurre antes de los 14 o 15 años, debido a la plasticidad neuronal. Cuanto más mayor es la persona, más difícil es recuperarse del ictus.

Cuáles son las causas del ictus

Existen numerosas razones tras el ictus. Sin embargo, casi todas están relacionadas con un aumento de la presión arterial, lo que a su vez tiene su origen, en la gran mayoría de ocasiones, en el sedentarismo, la mala alimentación y los hábitos poco saludables.

Los factores que pueden propiciar un ictus son la arterioesclerosis, la diabetes, el exceso de estrés (que provoca un aumento de presión arterial), el consumo de tabaco, alcohol, la mala alimentación (exceso de grasas, azúcar, poca fibra…), entre otros.

Aunque existen factores propios de cada uno, como la genética, la gran mayoría de ellos (incluyendo los que hemos citado) se deben a unos hábitos inadecuados, los cuales propician la posibilidad de sufrir un ictus, además de otras enfermedades que hacen más fácil que lo suframos. Esto tiene una parte mala, y es que los factores son muchos; y otra buena: que podemos evitarlos.

Síntomas del ictus

El ataque cerebrovascular cursa con síntomas muy variados, dependiendo del área cerebral afectada. Lo podemos notar en la sensibilidad, en la capacidad de movimiento, o en otras manifestaciones más complejas. Por ejemplo, podríamos notarlo como la pérdida de fuerza en una extremidad, o en la cara, pero también en la dificultad para expresarse, entender lo que se le dice o porque quien los sufre habla de pronto en lenguaje ininteligible, algo que se conoce como disartria.

En muchas ocasiones se dificulta la coordinación, lo que impide caminar o aparece una pérdida de equilibrio. Entre los síntomas están los mareos, el dolor de cabeza brusco, intenso e inusual, la pérdida de la visión en uno o en ambos ojos, entre otros muchos. Al fin y al cabo, estos se deben a que el cerebro ha dejado de funcionar correctamente. Por tanto, se produce una disfunción que dependerá de la parte afectada. En los peores casos podría desembocar en la muerte.

Además de las manifestaciones físicas, hasta un 50 por ciento de las personas que sobreviven a su ataque cerebral pueden sufrir de depresión durante los primeros años. Por otro lado, los síntomas, si el ictus es muy suave, pueden pasar desapercibidos (parestesias, debilidad de un grupo muscular poco específico, episodios amnésicos breves, pequeña desorientación…). Estos síntomas, sin embargo, podrían estar prediciendo un ictus con consecuencias mucho más graves.

¿Existe tratamiento para el ictus?

Si entendemos el problema, veremos que no existen muchos tratamientos propiamente dichos para el ictus. El taponamiento o el derrame han de tratarse normalmente con cirugía y medicación especial. Pero lo importante es tratar las consecuencias inmediatas.

En el momento en el que comienza a producirse un ictus, las primeras seis horas son fundamentales para reducir las secuelas en un 25-30%. A veces no da la cara de forma inmediata. La falta de riego sanguíneo en el cerebro puede tardar varias horas en desarrollarse. Este tiempo, denominado ventana terapéutica, es clave para evitar o minimizar el daño cerebral.

Una vez que ha ocurrido el accidente cerebrovascular solo nos queda actuar en consecuencia: los primeros auxilios son fundamentales para evitar la muerte ante una parada cardiorrespiratoria. También hay que recurrir de inmediato al servicio sanitario.

Una vez superada la crisis, lo único que nos queda es la rehabilitación, si es que es necesaria, por lo que el único tratamiento, en sí, será a posteriori. De este dependen muchísimo las consecuencias a largo plazo. Por otro lado, aún más importante que el tratamiento es la prevención.

Una dieta saludable, equilibrada, con mucha verdura, fibra, fruta, sin grasas de mala calidad, menos azúcar y proteínas de calidad, unido a algo de actividad física, ayudan a reducir no solo la probabilidad de sufrir un ictus, sino también el resto de enfermedades que nos predisponen a padecerlo.

vitonica.com

- Suscribase -