Es una alteración neurodegenerativa primaria que suele aparecer a partir de los 65 años, aunque también puede presentarse en gente más joven. “La enfermedad de Alzheimer es una patología neurodegenerativa que se produce por el acúmulo patológico de unas proteínas en determinadas zonas del cerebro. Esto hace que se produzcan síntomas que dependen de la localización del depósito de esas proteínas en esas regiones cerebrales”, según explica Silvia Gil, vocal de la Sociedad Española de Neurología.
Cuando una persona padece la enfermedad de Alzheimer, experimenta cambios microscópicos en el tejido de ciertas partes de su cerebro y una pérdida progresiva, pero constante, de una sustancia química vital para el funcionamiento cerebral, llamada acetilcolina. Esta sustancia permite que las células nerviosas se comuniquen entre ellas y está implicada en actividades mentales vinculadas al aprendizaje, memoria y pensamiento.
Causas
El Alzheimer se produce debido a la reducción de la producción cerebral de acetilcolina (un neurotransmisor), lo que provoca a un deterioro en el rendimiento de los circuitos colinérgicos del sistema cerebral.
Es difícil determinar quién va a desarrollar la enfermedad de Alzheimer, puesto que se trata de una alteración compleja, de causa desconocida, en la que, al parecer, intervienen múltiples factores. Estos son algunos de los elementos que pueden aumentar las probabilidades de padecer esta patología.
- Edad: La edad media de diagnóstico se sitúa en los 70-80 años, puesto que la edad es el principal factor de riesgo para desarrollar esta enfermedad. Aunque no es lo más frecuente, también puede comenzar en torno a los 50 años, y puede producirse incluso en torno a los 30-40 años,en aquellos casos que obedecen a causas genéticas. Sin embargo, el hecho de que se asocie con la edad no significa que envejecer conlleve desarrollar Alzheimer.
- Sexo: Puesto que la esperanza de vida es mayor en mujeres, el número de casos en este grupo de población es tres veces mayor respecto a los hombres. Según la SEN, se prevé que el número de afectados en ambos sexos aumente considerablemente en los próximos años debido precisamente al envejecimiento poblacional.
- Herencia familiar: la enfermedad de Alzheimer familiar -una variante de la patología que se transmite genéticamente-, supone el 1% de todos los casos. No obstante, se estima que un 40% de los pacientes con Alzheimer presenta antecedentes familiares.
Síntomas
En un principio, surgen pequeñas e imperceptibles pérdidas de memoria, pero con el paso del tiempo esta deficiencia se hace cada vez más notoria e incapacitante para el afectado, que tendrá problemas para realizar tareas cotidianas y simples, y también, otras más intelectuales, tales como hablar, comprender, leer o escribir.
Síntomas neurológicos
- La enfermedad de Alzheimer afecta a la memoria en sus diferentes tipos. Estos son los deterioros sufridos:
- Pérdida de memoria a corto plazo: incapacidad para retener nueva información.
- Pérdida de memoria a largo plazo: incapacidad para recordar información personal como el cumpleaños o la profesión.
- Alteración en la capacidad de razonamiento.
- Afasia: pérdida de vocabulario o incomprensión ante palabras comunes.
- Apraxia: descontrol sobre los propios músculos, provocando, por ejemplo, que el paciente no pueda abrocharse los botones de una camisa.
- Pérdida de capacidad espacial: desorientación, incluso en lugares conocidos.
- Cambios de carácter: irritabilidad, confusión, apatía, decaimiento, falta de iniciativa y espontaneidad.
- Prevención
Las recomendaciones de los expertos se centran fundamentalmente en dos puntos clave: detección precoz de los primeros síntomas, y ejercitar la memoria y la función intelectual. Además, mantener una dieta equilibrada y baja en grasas protege frente al deterioro cognitivo. En general, mantener unos hábitos de vida saludables puede ser útil en la prevención del Alzheimer, según la Sociedad Española de Neurología (SEN).
“Se estima que la mitad de los casos de la enfermedad de Alzheimer se puede atribuir a nueve factores de riesgo potencialmente modificables: diabetes mellitus, hipertensión arterial en edad media de la vida, obesidad a mitad de la vida, tabaquismo, inactividad física, depresión, inactividad cognitiva o bajo nivel educativo, la hipoacusia y el aislamiento social”, explica Juan Fortea, coordinador del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la SEN. “Por lo que una reducción de entre un 10 y un 25% en dichos factores de riesgo podrían potencialmente prevenir entre 1 y 3 millones de casos de Alzheimer en el mundo”.
Hábitos de vida que ayudan a prevenir la aparición de Alzheimer
El riesgo de desarrollar la enfermedad se puede prevenir modificando diferentes hábitos de vida y factores de riesgo cardiovasculares que reducen probabilidad de que una persona desarrolle Alzheimer, explica Gil. Para poner en práctica estos hábitos de vida saludable, comunes a prácticamente todas las enfermedades es importante:
- Adoptar y mantener la dieta mediterránea como forma de alimentación, debido a su efecto conocido de protección frente al deterioro cognitivo y a la enfermedad cardiovascular.
- Mantener bajo control factores de riesgo cardiovascular, como la hipertensión, el colesterol y la diabetes.
- Realizar ejercicio físico y evitar el sedentarismo.
- Evitar el tabaquismo y otros hábitos tóxicos, como el consumo excesivo de alcohol o el consumo de drogas. “El consumo de drogas en la población joven preocupa porque se puede asociar a lesiones cerebrales y eso aumenta el riesgo de que una persona con los años desarrolle deterioro cognitivo”, explica Gil.
- Evitar el aislamiento social y procurar mantener una red de relaciones sociales que motive a la persona.
- Mantener la mente activa y estimular la vida intelectual para mantener las reservas cognitivas. “Cada nuevo aprendizaje promueve la aparición de nuevas conexiones entre las neuronas”, añade Nina Gramunt, neuropsicóloga y directora técnica del Área Social y de Divulgación de la Fundación Pasqual Maragall. No obstante, tener una vida intelectualmente activa no descarta que una persona desarrolle Alzheimer. «No previene per se el desarrollo, pero parece que esos cerebros pueden tener una mayor resiliencia por la capacidad o la reserva cognitiva de base que tiene el indiviudo, que puede hacer que la enfermedad se manifieste más tardíamente», explica Gil.
- Procurar tener hábitos de descanso correctos y de un sueño reparador.
En concreto, existen algunos factores de riesgo no genéticos que pueden determinar el momento en el que comienza a aparecer el Alzheimer:
- Nivel educacional: cuantos más años de formación tenga una persona, más tarde aparecerán los posibles efectos del Alzheimer, pues el haber estado ejercitando la memoria fortalece el cerebro.
- Salud cardiovascular: existen alteraciones del sistema cardiovascular que pueden afectar al sistema cognitivo de una persona, como la hipertensión arterial, la diabetes mellitus, la obesidad, la falta de ejercicio físico o el tabaquismo.
- Traumatismo craneoencefálico: se puede perder conocimiento en el impacto.
- Depresión: puede favorecer la aparición del Alzheimer o una enfermedad vascular cerebral.
El ejercicio de la memoria y de la actividad intelectual no tiene por qué ir parejo al nivel de educación o cultural de la persona. La Prueba de los siete minutos se utiliza para la detección precoz de la enfermedad e indaga en las zonas que con más frecuencia aparecen alteradas en el Alzheimer: orientación, memoria, percepción visual y lenguaje. La prueba se divide en varias áreas:
- Orientación: pide a la persona de la que sospecha estar afectada que identifique en qué día, mes y año se encuentra. El grado menor de error es confundirse en el día de la semana o el día del mes; el mayor, una confusión en el mes o el año.
- Memoria: el sujeto observado tiene que identificar 16 figuras presentes en cuatro láminas de imágenes diferentes. Debe indicar qué tipo de objeto o figura ha de buscar. Cuando haya identificado correctamente el objeto, se guarda la lámina y se saca otra, sobre la que se pregunta por otro objeto. Al identificar las 16 figuras, se le hace descansar, pensar en otra cosa y después, se le pide que repita las 16 figuras y objetos identificados que pueda recordar.
- Percepción visual: pide el dibujo de un reloj, con las manecillas marcando las cuatro menos veinte. Valora el resultado, según la corrección del dibujo.
- Lenguaje: para evaluar la fluidez oral, tiene que nombrar todos los animales que pueda en un minuto.
La Fundación del Cerebro da, a modo de conclusión, una serie de medidas preventivas que se pueden llevar a cabo teniendo en cuenta todo lo mencionado anteriormente:
- Mantener un control de los factores de riesgo vascular.
- Llevar un estilo de vida saludable, siguiendo una dieta como la mediterránea y evitando las grasas saturadas, y realizar ejercicio físico durante al menos dos horas a la semana
Favorecer la actividad cognitiva con actividades como hablar varios idiomas, tocar instrumentos musicales, leer, estudiar una carrera, realizar actividades en grupo o practicar juegos intelectuales como el ajedrez.
Tipos
Dependiendo de la etapa en que se encuentre el paciente, se dan los siguientes estadios:
- Estadio leve. El daño de la enfermedad todavía pasa desapercibido, tanto para el paciente, como para los familiares. El enfermo olvida pequeñas cosas, como dónde ha puesto las llaves, o tiene alguna dificultad para encontrar una palabra. En esta etapa todavía puede trabajar o conducir un coche, aunque es posible que empiece a experimentar falta de espontaneidad, de iniciativa y ciertos rasgos depresivos. La capacidad de juicio se reduce y tiene dificultad para resolver nuevas situaciones y organizar actividades. Pueden aparecer signos de apatía y aislamiento y cambios de humor.
- Estadio moderado: La enfermedad ya resulta evidente para familia y allegados. El paciente presenta dificultades para efectuar tareas como hacer la compra, seguir un programa de televisión o planear una cena. Ya no es solo una pérdida de memoria, sino también de capacidad de razonamiento y comprensión. En esta etapa, el deterioro avanza con bastante rapidez y los afectados pueden llegar a perderse en lugares familiares. Además, se muestran visiblemente apáticos y deprimidos.
- Estadio grave: Todas las áreas relacionadas con la función cognitiva del paciente se encuentran afectadas. Pierde la capacidad para hablar correctamente o repite frases inconexas una y otra vez. No puede reconocer a sus familiares y amigos; ni siquiera se reconocen a ellos mismos ante un espejo. La desorientación es constante. Los pacientes más graves se olvidan de andar y sentarse y, en general, pierden el control sobre sus funciones orgánicas. Se olvidan de hechos recientes y lejanos. Permanecen horas inmóviles sin actividad, y generalmente no pueden andar. Dejan de ser individuos autónomos y necesitan que les alimenten y les cuiden. Gritan, lloran o ríen sin motivo y no comprenden cuando les hablan. En su etapa más grave surgen rigideces y contracturas en flexión, permanecen en mutismo y pueden llegar a presentar trastornos deglutorios. Muchos de ellos acaban en estado vegetativo.Existen, además, otro tipo de clasificaciones más extensas y que tienen en cuenta otro tipo de variables para determinar el estadio de la enfermedad en el que se encuentra el paciente:
- FAST (Functional Assessment Staging Test): es una división en siete fases, dependiendo de las repercusiones funcionales.
- GDS (Escala de Deterioro Global): también divide el estado del paciente en siete fases, pero en base a los déficits cognitivos.
- CDR (Clinical Dementia Rating): se usa sobre todo en investigación. Son cinco fases sobre seis variables: memoria, orientación, juicio, vida social, funcionamiento del hogar y autocuidado.
Asimismo, según Gil, hay casos en los que la enfermedad de Alzheimer es más agresiva y se obseva una progresión sintomática más rápida que en otros casos. Depende de diferentes factores:
- Edad del inicio.
- Comorbilidades (enfermedades ya presentes).
- Existencia de otras lesiones cerebrales de perfil sobre todo vascular.
- Predisposición genética.
- Copatología asociada a la enfermedad de Alzheimer.
Diagnóstico
Según la SEN, entre un 30 y 40 por ciento de los casos de Alzheimer podría estar sin diagnosticar, de los cuales un 80 por ciento pertenecen a un estadio leve.
La enfermedad se diagnostica con datos recabados sobre los problemas del paciente de memoria y aprendizaje para llevar adelante la vida cotidiana, y preguntando a familiares o personas que conviven con el supuesto enfermo. Los análisis de sangre y orina descartan otras posibles enfermedades que causarían demencia y, en algunos casos, también es preciso analizar fluido de la médula espinal.
Un estudio realizado por Sanitas Residencial, titulado de Por una atención del Alzheimer centrada en la persona, refleja que un 78 por ciento de las personas con Alzheimer conocen con dos años de antelación que van a sufrir la enfermedad.
Factor genético: varias mutaciones en el gen de la proteína precursora amiloidea (APP), o en el de las presenilinas 1 y 2. También podría asociarse con mutaciones en el gen de la apolipoproteína E (APOE). Esta proteína está implicada en el transporte y eliminación del colesterol. Según las investigaciones, la nicastrina activaría la producción del beta amiloide.
Factores medioambientales: el tabaco se ha mostrado como un claro factor de riesgo de la patología, al igual que las dietas grasas y la salud cerebral está íntimamente ligada con la salud cardiovascular.
Resulta importante que el paciente cuente con un apoyo cercano de un familiar o una persona de su entorno, ya que el propio enfermo puede tratar de minimizar los síntomas del Alzheimer que sufre a la hora de explicarlos. Además, debido a los trastornos de memoria que sufre, o el resto de problemas, puede que el propio paciente no dé a conocer todo lo que percibe que le ocurre.
Pruebas y exámenes
Entre las pruebas más empleadas para observar los cambios que esta enfermedad produce en el cerebro destaca la resonancia magnética (RM), la tomografía por emisión de positrones (conocida por su acrónimo inglés, PET) y una combinación de ambas. Con la RM, se visualiza la forma y estructura del cerebro. Con la PET se pueden detectar los primeros cambios en el tejido cerebral, incluso antes de que aparezcan los síntomas visibles (como el deterioro de la memoria).
Para detectar si una persona cuenta con deterioro cognitivo se realiza una prueba de cribado o screening cognitivo. Se trata de una serie de test que tratan de determinar si las habilidades cognitivas de una persona se han visto afectadas de alguna manera. Son pruebas sencillas, que no implican grandes costes, y cuya rapidez en la realización permiten obtener rápidamente un resultado. Algunos de estos test son:
- Eurotest: consiste en la manipulación de monedas de euro para estudiar la memoria o la capacidad para manejar dinero.
- Exploración Neuropsicológica Mínima en Demencias: consiste en siete pruebas con diferentes fines.
- Memory Impairment Screen: para la memoria verbal.
- Test de los siete minutos: es una prueba que permite diagnosticar la enfermedad de Alzheimer en las primeras fases y en pacientes de todas las edades, midiendo la orientación temporal, la capacidad del paciente para recordar y aprender, la fluidez del lenguaje y su habilidad para realizar un dibujo.
Clasificación histológica
El Alzheimer presenta un cuadro histológico en el que se puede observar áreas de los lóbulos frontotemporales atrofiadas, así como pérdida del tejido cerebral. Esto provoca una hidrocefalia ex vacuo (agrandamiento de los ventrículos).
Además de esto aparecen ovillos neurofibrilares en el citoplasma de las neuronas. Cuantos más ovillos hay, mayor es el deterioro cognitivo. También se puede detectar Alzheimer con la aparición de placas seniles o neuríticas (conjunto de proteínas), un depósito amiloide vascular (aumenta la probabilidad de que los vasos cerebrales se rompan) o cuerpos de Hirano (se desconoce su efecto).
Tratamientos
La enfermedad de Alzheimer es una patología de evolución lenta. Desde que aparecen los primeros síntomas hasta que se inicia una etapa de mayor gravedad pueden pasar años, dependiendo de cada persona, entre 5 y 20. Por el momento no existe ningún tratamiento que revierta el proceso de degeneración que comporta esta enfermedad, es decir, no hay ninguna terapia curativa. Sin embargo, sí se dispone de algunos fármacos que pueden retrasar, en determinadas etapas de la enfermedad, la progresión de la patología.
Se utilizan los anticolinesterásicos o inhibidores de la acetilcolinesterasa, fármacos que elevan los niveles de acetilcolina en el cerebro. Tacrina, donepezilo, galantamina, memantina y rivastigmina son los fármacos indicados en las primeras etapas de la enfermedad. Con estos medicamentos se mejoran las fases iniciales y moderadas de la patología, retrasando el deterioro de la memoria y la atención. En el 20 por ciento de los casos estos medicamentos pueden tener efectos adversos que causan trastornos gastrointestinales como náuseas, vómitos o diarrea. Sin embargo, no tienen ningún tipo de interacción con otros fármacos.
De manera general, los anticolinesterásicos suelen retrasar medio año el deterioro cognitivo de los pacientes. Según la Fundación del Cerebro y la Fundación Española de Enfermedades Neurológicas, las tasas de efectividad son elevadas: un 50 por ciento de los pacientes responde positivamente a la administración del medicamento, mientras que un 20 por ciento responde en mayor medida de forma positiva que la media. Por el contrario, el 30 por ciento de los pacientes no responde a la medicación.
Este tipo de tratamiento se combina con otro sintomático, que se administra, a medida que el paciente va denotando diversos síntomas que acompañan al mal de Alzheimer, tales como la depresión, estados de agitación, alteraciones del sueño, o complicaciones más tardías del tipo incontinencia de esfínteres, estreñimiento, infecciones urinarias, úlceras provocadas por la inmovilidad o tromboflebitis.
Para los síntomas psicóticos que suelen aparecen cuando la demencia es moderada se pueden administrar fármacos neurolépticos, aunque sólo se recomiendan en casos extremos ya que también afectan a otros sistemas neuronales.
Es importante también la disposición que deben tener aquellas personas encargadas del cuidado del paciente. Cuidar a alguien con Alzheimer puede ser complicado debido a los cambios de humor o problemas de memoria, pero si se adopta la actitud adecuada el tratamiento puede hacerse más llevadero. La Fundación del Cerebro y la Fundación Española de Enfermedades Neurológicas ofrecen algunos consejos como los siguientes:
Se debe tratar al paciente acorde a la edad que tenga, y no tratar de ocultarle información.
No dar órdenes ni exigencias, tratando de mantener un tono positivo siempre.
Hablar claro y explicar las cosas de forma relajada y lo necesariamente extensas que sea posible para que el paciente pueda comprender lo que se le trata de decir o explicar.
Tratar de que el paciente tenga su propia independencia y ayudar en la medida de lo posible, sin anular sus acciones.
Otros datos
La depresión, o ciertos síntomas depresivos, puede ser el primer indicio de la enfermedad de Alzheimer. La depresión puede causar estados de confusión, dificultad para concentrarse y prestar atención, aunque todos estos síntomas mejoran cuando se trata el problema de fondo.
Otro de los factores que complica el diagnóstico es la coexistencia de ambas patologías. En los pacientes con Alzheimer, la detección de una depresión resulta bastante complicada para el facultativo, puesto que se trata de personas incapaces de explicar cómo se sienten.
Como signos más claros de que una persona con Alzheimer sufre también una depresión, se encuentran:
- La pérdida de apetito.
- Alteraciones del sueño.
- Pérdida de energía e iniciativa.
- Sentimientos de baja autoestima.
- Irritabilidad y ansiedad.
- Baja concentración.
Estos síntomas suelen aparecer juntos en una persona con Alzheimer, aunque el diagnóstico solo puede establecerlo el médico especialista con pruebas más exhaustivas. A partir de este diagnóstico, puede ser necesario iniciar un tratamiento con antidepresivos.
Cuándo debería contactar con un profesional médico
El Alzheimer en su estadio más leve muchas veces pasa inadvertido, pues el olvidar ciertos datos se relaciona en la mayoría de los casos como síntoma de la edad. Según explica Pablo Martínez-Lage, especialista de la SEN, “si, en un momento dado, no se recuerda un dato o se olvida lo que estaba haciendo o pensando, sí se debe acudir al médico cuando se detecten fallos reiterados en la memoria reciente. Acudir pronto al neurólogo es otra de las claves para poder tratar y, así, ralentizar esta demencia”.
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