Un trastorno cuyas señales y síntomas suelen desesperar a más de uno.
La palabra megalomanía viene de la unión de dos palabras griegas: megas, que significa «grande», y manía cuyo significado es «obsesión». Así pues, la megalomanía es la obsesión por lo grande, al menos si prestamos atención a su etimología.
Personas megalómanas: ¿qué rasgos las caracteriza?
Ahora bien, ¿quién no conoce a alguien que, de tanto pensar a lo grande, cree que se va a comer el mundo? Resulta bastante frecuente encontrar, de vez en cuando, a personas especialmente orgullosas de sí mismas, con una visión claramente optimista sobre sus propias capacidades y que parecen creerse capaces de todo.
A modo de crítica, también puede ocurrir que alguien (o quizás nosotros mismos) etiquete a estas personas con el adjetivo «megalómano» o «megalómana», especialmente si la persona de la que se está hablando tiene cierto poder para influir en la vida de los demás, ya sea porque sea muy popular o porque tenga asignado un alto cargo.
¿En estos casos estamos hablando de personas megalomaníacas?
Aclarando el concepto de lo megalomaníaco
¿Qué es exactamente la megalomanía? ¿Es una palabra utilizada sólo para describir casos de trastorno mental, o puede servir esta palabra para designar a las personas presumidas o vanidosas que nos encontramos en nuestro día a día?
En cierto sentido, la opción correcta es la segunda, y el hecho de que utilicemos la palabra megalomanía para describir a todo tipo de personas es una prueba de ello. En términos generales, se entiende por megalomanía una tendencia a la sobreestimación de las capacidades propias y de la importancia del rol que se juega en la vida de los demás. Así, una persona que acostumbra a mostrarse bastante orgullosa (quizás, demasiado orgullosa) sobre sus habilidades y de su poder de decisión podría ser etiquetada con el término megalómano o megalómana, eso sí, utilizando la palabra algo a la ligera.
Sin embargo, si intentamos entender la megalomanía desde el ámbito de la psicología, tendremos que usar esta palabra en casos bastante mejor acotados.
Los orígenes: a megalomanía en el psicoanálisis
Freud ya se encargó de hablar de la megalomanía como un rasgo de personalidad vinculado al neuroticismo, algo que él mismo se encargaba de tratar en los pacientes de clase bienestante que llegaban a su consulta.
Más allá del psicoanálisis de Freud, otros seguidores de la corriente psicodinámica han llegado a definir la megalomanía como un mecanismo de defensa llevado a cabo para que la realidad no contraria a los impulsos inconscientes que, teóricamente, nos llevarían a comportarnos intentando satisfacer todas nuestras necesidades inmediatamente, como si tuviésemos un poder ilimitado. Como, evidentemente, no tenemos es omnipotencia que le gustaría tener a esa parte subconsciente de nuestra psique, decían estos psicodinámicos, distorsionamos la realidad para que parezca que sí lo tenemos: y de ahí la megalomanía, que nos ayudaría a evitar sufrir una continua frustración.
Sin embargo, la psicología clínica dominante en la actualidad va por un camino que no tiene nada que ver con la corriente psicodinámica fundada con Freud, y la noción de megalomanía también ha cambiado.
Síntomas y señales de este trastorno
El término megalomanía aparece en la edición más reciente del manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V) y queda incluido en la descripción del Trastorno Narcisista de la Personalidad, pero no tiene su propio apartado y por lo tanto no se puede considerar en sí mismo un trastorno mental, sino en todo caso parte de la sintomatología.
Así pues, la megalomanía puede jugar un papel en un cuadro diagnóstico, aunque actualmente los profesionales de la salud mental prefieren utilizar una terminología más precisa para hablar del Trastorno Narcisista de la Personalidad.
Concretamente, para saber si la megalomanía forma parte de un trastorno, se presta especial atención a si la persona presenta ideas delirantes o no las presenta.
La megalomanía y las ideas delirantes
Las ideas delirantes son aquellas que se fundamentan en una lógica claramente inadecuada, que solo tiene sentido para la persona que sostiene estas creencias, cuando se es incapaz de aprender a través de la experiencia la inutilidad de estas ideas, y cuando el hecho de actuar de acuerdo a estas ideas resulta problemático o inadecuado.
Así pues, para que la megalomanía forme parte de un cuadro clínico ha de presentarse en este tipo de pensamientos que falsean la realidad pasándole factura a la persona en cuestión y/o a su entorno. La megalomanía queda equiparada a los delirios de grandeza.
Una persona que haya sido diagnosticada entre otras cosas por sus tendencias a la megalomanía tenderá a creer que tiene más poder del que una persona tendría en su situación, y el hecho de que el hecho de mantener estas creencias le lleve a fracasar perjudicándolo seriamente no le hará cambiar de idea. La ideación delirante permanecerá ahí aún después de haber perdido peleas contra varias personas a la vez, por ejemplo, o después de haber sido rechazado por muchas personas al haberse presentado de una forma muy presuntuosa.
Además, como la megalomanía está relacionada con el trastorno narcisista de la personalidad, muy probablemente tenderá a preocuparse por la imagen que da.
Todo esto, claro está, si entendemos por megalomanía lo que se incluye en el DSM-V.
¿Cómo son las personas megalomaníacas?
Las personas que presentan un patrón de comportamiento claramente asociado a la megalomanía pueden ser de muchos tipos, pero evidentemente presentan algunas características comunes.
- Se comportan como si tuvieran un poder prácticamente ilimitado, lo cual las puede llevar a meterse en problemas serios por motivos obvios.
- Aprovechan esta supuesta omnipotencia, en el sentido de que les gusta poner a prueba sus capacidades.
- No aprenden de sus errores y la experiencia no hace que corrijan los comportamientos asociados a los delirios de grandeza.
- Parecen estar fingiendo constantemente para dar una imagen idealizada de sí mismos.
- Se fijan mucho en el modo en el que los demás reaccionan ante lo que hacen o dicen, aunque si los otros los rechazan por sus comportamientos, las personas con un grado extremo de megalomanía tenderán a pensar que el problema es de los demás.
La megalomanía es un concepto con claroscuros
La megalomanía es un concepto un poco ambiguo… como casi todos los conceptos con los que se trabaja en psicología. La megalomanía, en sí, puede ser aplicada a muchos casos, más extremos o más frecuentes, y no es necesario tener un trastorno mental para ser merecedor del apelativo. Sin embargo, en el DSM-V se utiliza el concepto de megalomanía para designar casos extremos en los que se presentan delirios de grandeza que aíslan al individuo y lo hacen sostener una visión de las cosas muy distorsionada.
Muchas veces, en el contexto clínico y forense, las personas encargadas de diagnosticar a personas tienen que saber reconocer los casos en los que la tendencia a la megalomanía forma parte de la sintomatología de un trastorno mental… cosa que no es fácil. Es decir, tienen que distinguir entre lo que popularmente se conoce como «arrojo» y la megalomanía patológica.
¿Cómo lo hacen? Bueno, parte del secreto está en los años de experiencia, por supuesto. Si fuese posible diagnosticar casos de trastornos que se expresan a través de la megalomanía, no harían falta profesionales que se ocupasen de ello. Por otro lado, los manuales diagnósticos incluyen una serie de criterios que sirven para cuantificar de manera más o menos objetiva el grado en el que la megalomanía se acerca a los delirios de grandeza y al trastorno narcisista de la personalidad.
Una reflexión final
Desde la perspectiva de la psicología, utilizar la definición popular del concepto «megalomanía» entraña un peligro evidente: por un lado, banalizar con una serie de síntomas que se dan en cuadros clínicos y empeoran la calidad de vida de las personas que lo experimentan, y por el otro, construir una falsa alarma social alrededor de una epidemia inexistente. Hay gente que simplemente tiene una autoestima y un optimismo muy superior a la media, y no hay nada malo en ello.
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