Las causas más comunes del problema son muy variadas, y cada uno de los distintos orígenes demanda una solución diferente

Es la hora de acostarse y el cuerpo te pide descanso. Los párpados se cierran y, bajo el edredón, el cuerpo se relaja… pero la sensación de desconexión solo dura un instante. Una vez más, el insomnio llama a la puerta del dormitorio y no puedes hacer nada para impedirle pasar. Sabes que pasará contigo toda la noche, que descansarás mal y que el cansancio no hará más que aumentar al día siguiente. No puedes dejar de preguntarte por qué. ¿Por qué de repente has dejado de dormir por la noches?

No hay una única respuesta a la pregunta, pero eso no quiere decir que no se conozca el origen del problema. El insomnio puede originarse por motivos fisiológicos como los cambios hormonales, entre los que destacan la menopausia y la adolescencia. También puede tener una causa orgánica, ser el síntoma de una enfermedad. A veces, solo la psicología y la psiquiatría pueden desvelar sus causas. Por supuesto, también está relacionado con los desajustes que ocasionan los cambios en los turnos de trabajo y cambiar de huso horario con frecuencia, y una dieta desequilibrada, que incluya demasiado alcohol o bebidas con cafeína, también puede ser la causa del insomnio.

Pero no es un inconveniente que uno deba dejar pasar, como si no tuviera remedio. Gracias a los avances científicos de los últimos años, las unidades del sueño pueden tratar casi 90 tipos de trastornos diferentes, y en todas las edades. Entre ellos hay varios tipos de insomnio, y conocer cuál de ellos te está impidiendo cerrar los párpados es fundamental porque no todos se tratan igual.

Insomnio de inicio, una carga para los adolescentes

Los médicos lo definen como la incapacidad para conciliar el sueño en los primeros 30 minutos desde que uno se acuesta, y es una tipología que puede aparecer en cualquier momento de la vida. Pero es especialmente habitual durante la adolescencia. Aseguran que en este caso está motivado por los cambios hormonales. El retraso en el comienzo del descanso se arrastra hasta la hora de despertar, por eso hay los jóvenes que, si pueden, se quedan en la cama hasta la hora de comer.

«El mayor problema para estas personas se deriva de que, cuando el insomnio es persistente, se confunde con patologías como la depresión», advierten los especialistas. Por eso quien relata este tipo de situación puede acabar recibiendo una medicación innecesaria, o empezar una peregrinación por diferentes especialistas en lugar de acudir a una unidad de medicina del sueño, donde sí conocen bien el problema.

«Si la situación no se aborda correctamente, al sufrimiento de la falta de sueño se suma una bajada de rendimiento académico, cuando muchas veces la solución es tan simple como un ajuste correcto mediante melatonina, acompañado de un cambio de hábitos y de rutinas para concentrar la mayor actividad durante las horas de luz del día». Incluso hay estudios que apuntan a que retrasar el inicio de las clases a esa edad conlleva un mejor rendimiento académico en todos los adolescentes.

Cuando la menopausia y la jubilación te roban el descanso

En momentos más avanzados de la vida, la manera en la que el sueño se convierte en una misión imposible evoluciona al mismo ritmo que el cuerpo de las mujeres. Especialistas  describen el insomnio que aparece con la menopausia como «psicofisiológico, motivado por los cambios hormonales que experimentan las mujeres en este momento y que provocan una alteración de los ritmos circadianos». Hay probabilidades de que esta situación se prolongue en el tiempo, y eso puede tener consecuencias peligrosas.

«Las pacientes pierden la confianza en volver a dormir como antes y empiezan a dejar de beber café, a hacer deporte, prueban a cambiar de menú… y muchas veces se les receta erróneamente ansiolíticos como Orfidal -cuyo consumo es preocupantemente elevado en España-, que luego no saben dejar o piensan que no van a volver a dormir sin las pastillas», advierte Romero. El trastorno del sueño en la menopausia puede aparecer como un insomnio de inicio, pero también de mantenimiento, que es el que sufren quienes se desvelan en mitad de la noche y no vuelven a dormirse. Poner fin a estos episodios precisa definir una estrategia para cada caso.

Otro problema de insomnio relacionado con la edad se esconde tras el mito de que, a partir de los 60 años, dormimos menos. Según explican los expertos, la creencia camufla un trastorno de insomnio de mantenimiento. «No es verdad que la gente en la tercera edad necesite dormir menos horas, la falta de sueño puede ser un síntoma de una enfermedad. Y, cuando no hay una patología, el motivo está ocasionado por un mal ajuste de las rutinas». Los nuevos hábitos y los horarios para dormir que se adquieren tras la jubilación pueden ser los causantes del trastorno, cuya solución empieza por evitar las microsiestas y concentrar la mayor cantidad de actividades en los momentos de luz del día.

¿Y si haber pasado la noche en vela solo ha sido un sueño?

Soñar que no has soñado es el colmo de las paradojas oníricas, y hay quien la experimenta asiduamente. Padecen insomnio paradójico, un trastorno caracterizado por una autopercepción errónea de las horas de sueño. «Son los pacientes que llegan a la consulta manifestando que se pasan las noches en vela pero que, cuando se analiza su sueño, se ve que duermen 7 horas, con buenas fases de sueño profundo y REM. Antiguamente hasta se enfadaban con nosotros, o pensaban que la prueba estaba mal hecha, pero se trata de un trastorno y hay que solucionarlo, y no con farmacología sino con psicoterapia».

La sensación de haber dormido sin haber descansado es una cosa distinta, afecta frecuentemente a las personas que roncan y suele estar originada por microdespertares de los que el paciente puede no ser consciente.

No mires la pantalla, te quitará las ganas de dormir

Según los especialistas en medicina del sueño, acostumbrarse tener a mano el móvil, la tablet, los ordenadores y los relojes inteligentes durante la noche es un hábito que puede derivar en un grave problema. «Las pantallas emiten un tipo de luz azul muy intenso que, a corta distancia, inhibe la melatonina endógena, lo que hace que el cerebro actúe como si fuese la luz del día». La luz, que es el principal sincronizador del cerebro respecto a la noche y el día, provoca que la persona no pueda dormir, y su influencia es tan potente que, si se toma un hipnótico y sigue expuesto a la luz de los dispositivos, el fármaco no hará efecto. En estos casos, es importante tener en cuenta las rutinas que preceden al momento de irse a la cama y tratar de modificarlos tanto como sea necesario.

Los expertos no ven los mismos riesgos en la televisión, al menos de momento: «La mayor distancia de exposición a las pantallas hace que no incida tanto en el insomnio». Pero si estás pensando en comprarse una tele para el dormitorio, los expertos aconsejan no decantarse por la más grande, ni por la que tenga más definición. Tampoco recomienda los videojuegos antes de ponerse el pijama porque el problema «no está solo la exposición a la luz, también está la estimulación cerebral». Y dormir no es ningún juego.

elpais.com

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