¿Cuántas veces hemos escuchado o pronunciado la frase “tengo un ataque de hígado” después de una comida copiosa o un momento de estrés? Este concepto, arraigado en la cultura popular, se utiliza para justificar un malestar general, dolor de cabeza o náuseas. Sin embargo, la ciencia médica es clara: el «ataque de hígado» es un mito, porque el hígado no duele.
Así lo explica el cardiólogo Jorge Tartaglione, destacando que el dolor que se atribuye popularmente al hígado proviene, en realidad, de otras estructuras u órganos vecinos.
El Hígado: Un Órgano Silencioso y Sin Receptores de Dolor
El hígado es, en palabras del Dr. Tartaglione, la «planta industrial de nuestro organismo». Es un órgano vital con tres funciones principales: almacenar, producir y eliminar sustancias.
Entonces, ¿de dónde viene esa punzada o malestar intenso en la zona abdominal superior que atribuimos a un problema hepático?
El dolor que se percibe en esa zona proviene de la cápsula que recubre el hígado (Cápsula de Glisson) o, más comúnmente, de órganos del sistema digestivo que sí están llenos de receptores nerviosos.
- Dolor por Inflamación: Si el hígado se inflama (por ejemplo, debido a una congestión por insuficiencia cardíaca o una hepatitis aguda), el órgano se estira y lo que duele es la cápsula que lo envuelve.
- Dolor por Exceso Digestivo: La causa más frecuente de los síntomas asociados al «ataque de hígado» (malestar, náuseas, cefalea) es la indigestión biliar. Después de comer grasas, la vesícula biliar (un órgano debajo del hígado) se contrae para liberar bilis. Si la vesícula está inflamada, tiene cálculos (piedras) o tiene que trabajar en exceso, produce el cólico y el dolor punzante en la zona, que se confunde con el hígado.
- El Estómago y el «Segundo Cerebro»: Otros síntomas, como las náuseas y el malestar digestivo tras el estrés, provienen de la conexión entre el sistema nervioso entérico (nuestro «segundo cerebro» en los intestinos) y el estómago, no del hígado.
El Verdadero Peligro Silencioso: El Hígado Graso
Paradójicamente, el hecho de que el hígado no duela lo convierte en un órgano muy peligroso, ya que las patologías más graves no dan síntomas hasta que están muy avanzadas.
Alrededor de 1 de cada 3 personas en ciertas poblaciones sufre de hígado graso (o esteatosis hepática), una afección a menudo asintomática, ligada al sobrepeso, la mala alimentación, el sedentarismo y la diabetes.
Si no se controla, el hígado graso puede evolucionar silenciosamente a fibrosis, cirrosis y, finalmente, cáncer de hígado.
En resumen, la próxima vez que sienta un fuerte malestar digestivo, recuerde que lo más probable es que sea la vesícula o el estómago quejándose por el exceso. Y para cuidar su hígado (el órgano que no se queja), la única receta probada es el buen estilo de vida y la prevención.







