La relación entre ambos conceptos es directa. En primer lugar, se produce una situación de estreñimiento que en un momento inicial provoca malestar intestinal debido al endurecimiento de las heces. Estas son muy difíciles de expulsar y con el paso del tiempo, debido a la presión, aparecen venas hemorroidales inflamadas en la zona. Indicar que las almorranas no van a aparecer siempre por este motivo, pero sí es uno de ellos.
Llegados a este punto habría que ser muy estrictos con ciertos procedimientos para evitar tener que hablar de estreñimiento con dolor. Pero no siempre seguimos las pautas y al mínimo descuido, las hemorroides se prolapsan en una deposición difícil y todo se complica.
Lo que sucede es que a medida que nos esforzamos al defecar el hinchazón de las venas anales empeoran en estado y sintomatología, hasta el punto de causar tanto picor y dolor que pueden provocar incluso estreñimiento psicológico. Es una situación curiosa pero que se da a menudo por el simple hecho de que tenemos miedo al dolor que se producirá en la expulsión y luchamos, por activa y por pasiva, para que el momento no llegue, retrasando, sin darnos cuenta, las deposiciones y provocando que se acumulen.
Esto da lugar a expulsiones muy violentas que, obviamente, son fatales para la almorrana. Al final, terminamos haciendo justo lo que estábamos evitando: sufrir un gran dolor por una defecación inadecuada.
Por ello, como mejor consejo es que en el momento en que sintamos la necesidad de acudir al baño, no debemos posponerlo. Si lo hacemos, se retrasarán los nuevos movimientos intestinales y las heces que estaban preparadas para expulsarse al exterior comenzarán a secarse y endurecerse.
A la hora de ir al baño, relájate y actúa sin presión ni estrés. Con las pautas dadas verás como poco a poco las deposiciones se normalizan y hacen que las almorranas sean menos molestas. Así, aunque hemorroides y estreñimiento están íntimamente relacionados, podemos trabajar con ambas molestias para que sus efectos sean menos contundentes.