Quizás algunas os acordéis de las aventuras de los Pitufos. El villano de esta serie televisiva era Gargamel, un individuo bastante poco agraciado, con la nariz muy grande y con forma de pimiento, para que me entendáis. Pero también con una barbilla un tanto esquiva e huidiza, escondida entre los pliegues de una enorme papada que le coronaba el maxilar inferior.

Evidentemente los dibujantes conocen al dedillo las proporciones simétricas de la anatomía humana y saben qué partes deben desproporcionar para producir fealdad en el rostro. No podemos negar que el pobre Gargamel lo tenía todo en su contra, además de ser cejijunto.

Así como el de los creadores de los Pitufos hacía un trabajo bien hecho, el trabajo de un cirujano plástico se dirige en dirección contraria: buscar la armonía y la proporción, o lo que es lo mismo, la simetría y el balance.

Cualquiera que tenga una barbilla demasiado pronunciada o hundida, puede encontrar la solución a este problema a través del bisturí: la mentoplastia o cirugía del mentón, una intervención muy común y que ofrece resultados óptimos a los pacientes.

Para aquellas personas que quieren reducir su mentón pronunciado, el procedimiento consiste en mover el hueso hacia la posición deseada y fijarlo con una placa de titanio. La técnica no precisa de prótesis y es reversible. Si el mentón es demasiado prominente, se realiza un lijado del hueso, a través de un pequeño orificio en la boca.

En el supuesto de tener la barbilla escondida o sin personalidad, se coloca una prótesis de material sintético,como silicona o Goretex. Se realiza también aquí una pequeña incisión dentro de la boca, entre la encía y el labio inferior o si se requiere, en la piel por debajo del mentón, por el que se introduce el implante.

Por último, otra técnica de mayor complejidad consiste en adelantar una porción de hueso de la mandíbula mediante las secciones del hueso horizontales,con lo que se consigue corregir de manera exacta y precisa los defectos a solucionar.

La operación se lleva a acabo mediante anestesia local o general, dependiendo de cada caso, como siempre os digo. El postoperatorio es un poco ‘pesadito’, por la imposibilidad de masticar los primeros días. El alimento deberá ser líquido o triturado.

Nada de sol, ya sabéis, por aquello de las cicatrices y es posible que algún dolor, ya que se trata de una zona delicada. Analgésicos para reducir al inflamación y unos días de baja, según cada paciente.

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