Un estudio en «Nature» sugiere que esta devastadora enfermedad neurológica podría contagiarse a través de procedimientos neuroquirúrgicos con tejidos de cerebro infectados con proteínas asociadas al alzhéimer.

Hace apenas una década la idea de que la enfermedad de Alzheimer podría ser transmisible entre las personas parecía impensable. Pero, en 2015 la revista « Nature» publicó resultados que implicaban la primera evidencia de transmisión de la proteína beta amiloide -relacionada con esta patología- entre humanos. Y ahora, aparece en esta misma revista otro estudio del mismo grupo de investigadores del University College de Londres (Reino Unido) que confirma que algunos viales de una hormona utilizada en tratamientos médicos contenían ‘semillas’ de la proteína amiloide, implicada en la enfermedad de Alzheimer. Y aún más, estas ‘semillas’ son capaces de causar patología amiloide en ratones, un precursor de la enfermedad de Alzheimer.

¿Significa esto que la enfermedad de Alzheimer es contagiosa? «Todavía no podemos confirmar si los procedimientos médicos o quirúrgicos han causado la enfermedad de Alzheimer en las personas o si es posible que algunas personas hayan podido adquirir la patología amiloide de esta manera», reconoce el autor principal del estudio, el profesor John Collinge. Será importante, destaca, «revisar los riesgos de transmisión de la patología amiloide por otros procedimientos médicos que todavía se realizan hoy en día, incluidos los instrumentos utilizados en la neurocirugía».

Para Mario Riverol Fernández, especialista en Neurología de la Clínica Universidad de Navarra (CUN), «en ningún momento se dice que el alzhéimer pueda contagiarse entre personas». Ahora bien, comenta, «el estudio sí plantea un escenario que puede hacer que se revisen los procedimientos neuroquirúrgicos cuando se trabaja con material y tejidos cerebrales que contienen proteínas anómalas, como la beta amiloide». Pero subraya: «no hay ningún caso documentando de contagio de enfermedad de Alzheimer entre personas sometidas a procedimientos neuroquirúrgicos».

El diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer requiere la detección de dos proteínas, beta amiloide y tau. En ese sentido, Rob Buckle, Director Científico del Consejo de Investigación Médica de Reino Unido, matiza que el estudio proporciona nuevos conocimientos sobre los mecanismos moleculares subyacentes al papel de la proteína amiloide en el alzhéimer. Sin embargo, apunta, «no debemos olvidar que estos experimentos se realizaron en ratones predispuestos a desarrollar alzhéimer. Actualmente no hay evidencia de que el alzhéimer pueda transmitirse entre personas».

Actualmente no hay evidencia de que el alzhéimer pueda transmitirse entre personas

En el artículo de 2015, se analizaron las autopsias de los cerebros de ocho personas que habían fallecido a causa de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (ECJ), un tipo de ECJ que se adquiere por procedimientos médicos o quirúrgicos y que previamente habían recibido tratamiento con hormonas de crecimiento humano (hGH) contaminadas extraídas a partir de las glándulas pituitarias de cadáveres humanos. Los investigadores comprobaron que 6 de los 8 cerebros analizados, además de los daños causados por la ECJ, albergaban la característica proteína beta amiloide que se asocia con la enfermedad de Alzheimer y la angiopatía amiloide cerebral.

Esta nueva investigación confirma que ciertos lotes de esta hormona también contenían semillas de la proteína beta amiloide y muestra que los lotes de hormonas transmitían la patología amiloide a ratones de laboratorio.

Los hallazgos respaldan su hipótesis de que la beta amiloide se transmitió accidentalmente a los pacientes a través de este tratamiento médico desde hace mucho tiempo

«Sugerimos que la hormona de crecimiento humana, que antes de 1985 se preparó a partir de tejido humano, puede haber sido contaminada con ‘semillas’ de este material, así como con los priones que causan la ECJ. Estos últimos hallazgos confirman que algunos lotes de esta hormona sí lo hicieron. Contienen ‘semillas’ de la proteína beta amiloide que se encuentra en la enfermedad de Alzheimer», señala Collinge, aunque enfatiza que, en el estudio, «no hay ninguna sugerencia de que pueda se contraer la enfermedad de Alzheimer (o incluso la ECJ) al estar en contacto con una persona con la enfermedad».

Las ocho personas cuyos casos se describieron en 2015 se habían tratado previamente con hormona de crecimiento humana derivada de la pituitaria cadavérica (c-hGH), que hasta 1985 se había utilizado para tratar problemas asociados a la baja estatura. Su uso se suspendió y se reemplazó con una hormona sintética que no conllevaba el riesgo de transmitir ECJ.

‘Semillas’ del alzhéimer

Se encontró que seis de las personas que fallecieron tenían una patología amiloide en el tejido cerebral, cuatro de las cuales también tenían algún grado de angiopatía amiloide cerebral (CAA, por sus siglas en inglés), una enfermedad que implica la acumulación de beta amiloide en los vasos sanguíneos del cerebro. La CAA también se observa, en cierta medida, en la mayoría de los pacientes con alzhéimer. Ninguno de estos pacientes con ECJ había desarrollado el cuadro completo de la enfermedad de Alzheimer en el momento de su muerte a causa de la ECJ.

Para el estudio actual, el equipo de investigación rastreó algunos de los lotes de c-hGH con los que los pacientes habían sido tratados y encontraron que algunas de las muestras tenían niveles significativos de proteínas beta amiloides (implicadas en ambos CAA y Alzheimer) y proteínas tau (implicadas en alzhéimer).

A continuación, los investigadores probaron si dicho material era capaz de producir la patología inyectando muestras de los viales de hormonas en ratones que se habían modificado genéticamente para ser propensos a la patología beta amiloide observada en la enfermedad de Alzheimer (los ratones utilizados en el estudio no eran propensos a tau).

Los ratones que habían sido inoculados con las muestras de la hormona del crecimiento contaminada mostraron desarrollaron acumulación de beta amiloide en menos de un año.

Y así, vieron que los ratones que habían sido inoculados con las muestras de la hormona del crecimiento contaminada mostraron una clara siembra de patología amiloide en sus cerebros y desarrollaron acumulación de beta amiloide en menos de un año, al igual que los ratones a los que se les había inyectado tejido de pacientes con enfermedad de Alzheimer típica en otra parte de este trabajo. Los grupos de los mismos ratones que se habían inyectado con hormona de crecimiento sintética o tejido cerebral normal como controles no mostraron tales patrones.

«Ahora hemos proporcionado pruebas experimentales para respaldar nuestra hipótesis de que la patología beta amiloide puede transmitirse entre personas a partir de materiales contaminados», confirma Collinge.

No cabe duda, apunta Riverol, que este estudio va a causar un gran «debate» en la comunidad científica y, desde un punto de vista de Salud Pública, «puede hacer que las autoridades sanitarias revisen sus protocolos con este tipo de material».

Fuente: abc.es

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