Mucha gente no lo sabe, pero la toxina botulínica –más conocida como bótox- fue empleada antes en el tratamiento de enfermedades y en afecciones que en usos cosméticos. Por ejemplo, en los años 70 del pasado siglo, el oftalmólogo Alan Scott, de la Smith-Kettlewell Eye Research Foundation de San Francisco (EE UU) fue el primero que empleó esta toxina para curar el estrabismo. Por aquella misma época es cuando la toxina botulínica es rebautizada como bótox.

Teniendo en cuenta que, no es hasta el año 2002, cuando la Food and Drugs Administration (FDA) autoriza el uso cosmético del bótox en EE UU –uso que, rápidamente se extendería por otros países, entre ellos España- a nadie debería extrañar que en ese lapso de tiempo se fueran descubriendo diversos usos terapéuticos de la toxina, como son la eliminación del exceso de sudoración, el control de la incontinencia urinaria, el tratamiento de la migraña o la eliminación de tics. De hecho, un reciente estudio, realizado en Gran Bretaña por investigadores del Medical Research Council del Reino Unido (MRC), se descubrió que el bótox puede funcionar como un poderoso analgésico durante largo tiempo.

Tal y como señala los especialistas “la base de todo es que la toxina provoca una parálisis neuromuscular en la zona en la que se aplica. Los músculos, de forma habitual, se ponen en funcionamiento cuando reciben determinadas señales neurológicas desde el cerebro. El transmisor de dichas señales es un mensajero químico llamado acetilcolina”.

Esto es lo que sucede en un estado de funcionamiento normal del organismo. Sin embargo, en ocasiones, hay un exceso de producción de acetilcolina. Señalan que “lo que provoca que los músculos se contraigan a un ritmo mayor del habitual. La aplicación de bótox sobre el área en el que se produce este exceso de actividad consigue bloquear la liberación de acetilcolina y una reducción –o paralización- de los movimientos musculares involuntarios”.

Eso sí, tan sólo un médico especialista está capacitado para el empleo del bótox con usos terapéuticos. El profesional experto sabe en qué zona se debe aplicar la sustancia y en qué dosis, puesto que un empleo inadecuado puede empeorar el estado del paciente y de su patología… ya sea como la hiperhidrosis (o sudoración excesiva en manos, pies y axilas) por ejemplo; el blefaroespasmo, un problema neurológico que provoca un parpadeo continuo e incontrolable; o la vejiga hiperactiva. De hecho, las bondades de la toxina son tales que, incluso, se utiliza en la rama de veterinaria para disminuir el ladrido. ¿Sorprendida o sorprendido?

lavanguardia.com

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